contemporáneos,
plagado
de destruidas, el hambre y la muerte:
catástrofe tras catástrofe en los por sus hijos, por sus numerosas
periódicos, familias, por su país...
plagado
de
intensa
tristeza y depresión reflejada en los
rostros de ese estrato social que
carga con el peso histórico de la
«pobreza», de esos antepasados que
cayeron y cayeron tanto que cada
vez les iban quedando menos ganas
de
levantarse,
que
hubieran
preferido quedarse tendidos sobre
esos caminos sin pavimentación,
pero que, de haberlo hecho, habrían
recostado a México a su lado y
desde ese momento lo habrían
detenido
en
términos
de
producción: ¡cuántas veces México
ha querido permanecer en el suelo y
que lo dejen en paz de una vez por
todas! ¿Cuántas veces no habrán
querido esos mexicanos de escasos
recursos cortar de un tajo esas
venas suyas para que la sangre del
país entero fluya como ríos? Pero
tienen que seguir adelante, siempre,
a pesar de las adversidades, a pesar
del viento, el agua, las casas
No todo es celebración en
México, no todo es fiesta y
«folklore», dulces típicos y catrinas,
no todo es motivo de orgullo, pues
llevar a México en la frente con ese
logo del águila que reza «hecho en
México» no es una cruz aceptable
que todo mexicano esté dispuesto a
cargar y, en todo caso, quisieran
dejarla de lado. Y no es que esto
sea una mala decisión o un acto de
«malinchismo», estas actitudes de
tachar
como
anti-patriótico
determinado
un
comportamiento
deberían estar en desuso hoy día;
vamos, incluso la historia mundial
da cuenta de qué tanto perjuicio ha
provocado
toda
forma
de
nacionalismo; si alguien no se
considera mexicano, si cree que su
nacionalidad es producto de un
mero accidente geográfico, nadie le
obligará
a
serlo
y
no
debe