NO ES EL FIN DEL MUNDO , PERO NUNCA HEMOS ESTADO MÁS CERCA
¡ Qué bien vende lo folklórico ! Hay que ver cuán afianzado se encuentra México en su policromía y en sus imágenes míticas y cómo , a pesar de todo , cada versión de México está tan alejada del mexicano en sí mismo . «¡ Qué bonito es México y su cultura !», pensará más de algún extranjero que haya pasado sus vacaciones inmerso en la faceta más « agradable » de este país — desde luego , que esto es suponiendo que no hubiera vivido en carne propia los embates que presupone una mala experiencia que pueda contarles a sus conocidos en ese tono de denuncia —, faceta de la que se reconocerá « enamorado » y querrá volver a visitar , tal vez una y otra vez . El conflicto con el turismo es que no da a conocer el rostro más real de la nación o , mejor dicho , los rostros , sino que se limita a arrojar luz sobre lo « bonito » — y usted
argumentará , lector , que ese es el fin de todo turismo por definición , que si se mostrara al turista el lado oscuro , este no querría volver a poner un pie sobre la superficie del territorio en cuestión —; el caso es que a todas luces la imagen que se vende del país por lo general no se corresponde con sus habitantes : el mismo término « folklore » — que muchos encontrarían como el epítome de la cultura mexicana contemporánea — se reduce a la calidad de una expresión extranjera compuesta por los vocablos anglosajones « folk » — pueblo — y « lore » — saber o conocimiento —, una expresión que hace al « pueblo » sinónimo de lo « otro », que lo deja en la categoría de una tercera persona , ajena a la conversación , y del que se habla como si se tratara de animales en cautiverio que forman parte de un zoológico