resuelve ese conflicto de mestizaje que tenemos»,
mientras que en la
perspectiva de Erik sólo «es una cuestión de cómo te proyectas ante los demás
hacia el mundo, y cómo el mundo se proyecta hacia ti, porque es una
bilateralidad, no sabes encontrar las diferencias del extranjero hasta que no
estás en contacto con él, entonces este sí es muy diferente. Antes de hablar de
ese sentimiento es cómo te sientes debido a la proyección del otro, pero antes
hay que ver como el otro se proyecta hacia ti, es algo muy sartreano». La
estudiante de la Universidad de Guanajuato, Katia Maldonado, comparte
desde su vivencia: «sí tenemos esta parte del mestizaje y de la conquista, y de
las culturas enfrentadas, por ejemplo, a mí me cuesta mucho trabajo, yo siendo
del norte era muy dado para mí que habláramos en spanglish, y luego llego
acá y todos burlándose de mi acento y de mi dialecto extraño, y ¿por qué? si
era algo mío». Erik recalca: «o sea, sí hay una paternidad, pero yo siento que
no es una paternidad absoluta porque sólo es meramente política y económica,
nosotros sí tenemos ese hábito, esa cultura de cuidar las raíces, cuidar el
arraigo que se tiene, aunque se vea ya de otros lados, que ya no lo veamos con
los mismos ojos, pero se mantiene ahí, aunque sea como mera referencia a
veces, pero está ahí».
Regresamos a observar estas separaciones, y ya no sólo en el ámbito
educativo, sino cultural en general, con lo que menciona por ejemplo la
Doctora Yolanda, cuando dice que «aquí sólo vemos una línea española y
europea, e incluso olvidamos que también tenemos una línea afro-mexicana y
japonesa, italiana», concordando con la opinión de Tomás Falcon. Esto se
debe gracias a que la cultura está viva, es un proceso de transculturación
donde se adoptan rasgos de diferentes lugares de
manera inevitable, pues la globalización está