Retomando el objeto de estudio de la biopolítica, la población, Foucault explica: “La biopolítica tiene que ver con la población, y ésta como problema político, como problema a la vez científico y político, como problema biológico y problema de poder, creo que aparece en ese momento.” página 222; de aquí se puede deducir que, ya que la población son los humanos como especie, por lo tanto, el concepto de raza es un problema político, científico, biológico y de poder.
Entonces, con la popularización de la medicina, pensamientos científicos como el evolucionismo y la frenología y otras concepciones médicas que buscaban hacer diferenciaciones entre las “razas”, con la politización de la especie humana, surge un mecanismo regulador (crea estados globales de equilibrio y regularidad tomando en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre/especie y asegurar en ellos no una disciplina sino una regularización): el racismo, el cual usa argumentos biológicos y médicos para clasificar la población y así tratar las endemias: “La medicina es un saber/poder que se aplica, a la vez, sobre el cuerpo y sobre la población, sobre el organismo y sobre los procesos biológicos; que va a tener, en consecuencia, efectos disciplinarios y regularizadores.” página 229. Este mecanismo global pertenece a un poder regulador que se basa en el hacer vivir y dejar morir.
Ahora bien, el racismo, en términos de Foucault, es un mecanismo fundamental del Estado, ya que introduce una división en la vida, dicta lo que debe vivir y lo que debe morir, calificando las razas como superiores e inferiores, así “fragmentando el campo de lo biológico y estableciendo una cesura que será de tipo biológico dentro de un dominio
que se postula, precisamente, como dominio biológico” página 230. Sin embargo, parece que hay una pequeña contradicción con el lema del biopoder (hacer vivir y dejar morir); la razón por la que funciona este mecanismo es por su carácter no militar ni de enfrentamiento, sino biológico:
Cuanto más tiendan a desaparecer las especies inferiores, mayor cantidad de individuos anormales serán eliminados, menos degenerados habrá con respecto a la especie y yo —no como individuo sino como especie— más viviré, más fuerte y vigoroso seré y más podré proliferar. página 231
De todas formas, el hecho de matar no se refiere simplemente al de terminar una vida, sino también al de una muerte indirecta: exponer a la muerte, multiplicar el riesgo de muerte de algunos o, sencillamente, la muerte política, la expulsión, el rechazo, etcétera.
Aquí es donde el racismo empieza a tomar relevancia con respecto al caso de Peter Norman: se lo usa como un mecanismo de división de los humanos clasificándolos según aspectos médicos, para así tratar las endemias. En otras palabras, divide la sociedad en razas, las cuales no se mezclan ya que el racismo dicta que el otro debe morir para poder uno sobrevivir; de aquí surgen las diferenciaciones entre personas blancas y de color, de aquí la lucha por mantener a cierta ‘raza’ en lo alto de la jerarquía social mientras que las otras quedan como las inferiores. Sin embargo, a pesar de estas reglas implícitas de la sociedad, Peter Norman salió de su clase para apoyar a otra. Norman rompió con la norma, “lo que puede aplicarse tanto a un cuerpo al que se quiere disciplinar como a una población a la que se pretende regularizar.” página 229, rompe con la disciplina y la regulación de la biopolítica.
No obstante, Norman salió de su clase, pero no pudo entrar en ninguna otra (ya que él seguía siendo blanco, característica que lo unía a su clase anterior). Quedó en la liminalidad.
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