perado , imprevisible para esas almas sencillas , doblegadas por el temor al báculo y al cetro . Y el verbo sacrilego acaba de percutir contra las murallas del Palacio , abofeteando mejor a ese Capelo rencoroso , agazapado en la tronera de aquella estrecha ventana como no podría estarlo en un guantelete de justa . Y la voz truena :
« Clemente , y tú también Felipe , traidores a la palabra dada , ¡ os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios !... A ti , Clemente , antes de cuarenta días , y a ti , Felipe , dentro de este año ...»
Reina un silencio de muerte , no se oye sino el crepitar de las hogueras .
Y así será . El papa morirá de disentería y de vómitos en Roquemaure , en el valle del Ródano , el 9 de abril de 1314 , veintiocho días más tarde . Y Felipe el Hermoso morirá el 29 de noviembre de 1314 en Fontainebleau , arrojado de su caballo , como sucede en la degradación de los caballeros traidores , ocho meses más tarde . El verbo y la llama dieron a conocer de qué lado estaba la razón .
Pero el fuego ahora ha ganado altura ; las ropas andrajosas se han encendido , y dos siluetas se retuercen bajo las llamas . Los gritos y gemidos son demasiado sordos para llegar hasta la multitud , muda en su silencio horrorizado . El fuego ha alcanzado ya las piernas y asciende , lamiendo los torsos ya desnudos ; barbas y cabellos han desaparecido . Los cuerpos , irreconocibles , adosados a las vigas con las cadenas al rojo vivo , se convierten poco a poco en informes masas carbonizadas , y de los dos fuegos crepitantes , el humo , ahora negruzco , lleva en oleadas malolientes hasta las dos orillas del Sena el olor de la carne y la grasa quemadas .
Ya tarde , cuando los cuerpos no fueron más que pobres restos lentamente carbonizados , el pueblo « se abalanzó hacia las hogueras », a pesar de algunos guardias que se habían quedado allí , según nos dice el abad Velly en su Historia de Francia , « y recogió ceniza de los mártires para llevársela como una preciosa reliquia . Todos se persignaban y no querían oír nada más . Su muerte fue bella , y tan admirable e inaudita , que todavía hizo más sospechosa la causa de Felipe el Hermoso ...»
Los Compañeros , carpinteros y talladores de piedra , especie de tercera orden corporativa protegida por los Caballeros del Templo , que se habían introducido entre la muchedumbre en grupos de tres o cuatro , oyeron la voz de Molay como una sentencia . Eso significaba para ellos a la vez una orden para avanzar y una esperanza . Por eso las catedrales de Francia se quedarían como estaban , y sus torres inacabadas . Pero el pensamiento vengativo se abriría camino pacientemente , de siglo en siglo . Por tres veces la descendencia del rey se extinguiría
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