Jesús O El Srecreto Mortal de los Templarios | Page 284

han comprendido . Y es la voz del gran maestre la que se eleva : « Monseñores , mi hermano y yo protestamos contra el uso que se hace aquí de mis palabras de ayer , las cuales no tuvieron otro objeto que el de dar satisfacción al rey de Francia y al papa , nuestro señor . Y si por esas cosas , reconocidas por todos nosotros para su placer y nuestra obediencia , debemos ir a consumimos en alguna prisión , entonces declaramos enérgicamente que los citados rey y papa nos habían asegurado de antemano , y casi jurado , que ningún daño , fraude o violencia nos resultaría de ello . Siendo así que esto no se ha cumplido , declaramos entonces que nuestras confesiones , obtenidas tanto por tortura como por astucia y engaño , son nulas y no válidas , y no las reconocemos ya como verídicas ...»
Reina el estupor . De inmediato los cardenales entregan de nuevo a los prisioneros al prevoste de París , que está allí presente para representarlos al día siguiente . Se conduce , por lo tanto , de nuevo a los cuatro condenados a sus calabozos del Temple . Al mismo tiempo se lleva la noticia a Felipe el Hermoso , quien inmediatamente reúne a su consejo , sin llamar a él a ningún eclesiástico . Deciden que , al atardecer , el gran maestre y el comendador de Normandía serán quemados en la isla del Palacio , entre el jardín del rey y los Agustinos . Lívido de furor , el rey precisa que serán quemados « a fuego lento ». Quizás ha adivinado la razón de su retractación .
Inmediatamente , a la isla de los Judíos , llamada así porque allí habían quemado ya a varios rabinos y talmudistas testarudos , que se obstinaban en negar la divinidad de Jesús , llevan y amontonan la leña necesaria para hacer dos piras idénticas . Las cantidades que se quemarán serán relativamente mínimas , a fin de hacer durar el suplicio , conforme a « los deseos del rey , nuestro señor ».
Se clavan en tierra dos sólidas vigas de encina . Estos maderos han sido sacados de las empalizadas de amarre sumergidas en el agua del río . Al estar embebidos de agua desde hace muchos meses , no se corría el riesgo de que se encendieran , y los condenados , estrechamente sujetos a ellas por cadenas , no podrán desatarse en el curso de la combustión .
A las nonas , todo está a punto . Las campanas de Notre-Dame tocan lentamente a muerto . A la hora de las vísperas , el cielo , ya gris , se ensombrece todavía más ; unas nubes cargadas de lluvia pasan rápidamente sobre la ciudad , empujadas por un viento frío que viene de Normandía . Las orillas del Sena están repletas de gente . Un rumor ininterrumpido , como el zumbido de un monstruoso insecto , se eleva hasta los centinelas que vigilan de pie en las atalayas del viejo Louvre .
De pronto el rumor se acrecienta ; bordeando la orilla izquierda de la isla de La Cité , acaba de aparecer un cortejo . El gran prevoste , precedido por sargentos a caballo , viene seguido por un fuerte destacamento de hombres armados a pie , que rodean una carreta de heno tira-
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