Severo veía claramente el peligro de la doctrina de Juliano de Halicamaso . Si el cuerpo de Jesús había sido siempre incorruptible , no habría podido sufrir , ni ser herido por la flagelación , por el suplicio de la cruz , por la lanzada final . Y entonces todo eso no había sido sino apariencia , ilusión . Juliano de Halicarnaso se acercaba al docetismo y al marcionismo en sus excesos doctrinales . Además , si el cuerpo de Jesús había sido incorruptible desde su formación no habría existido resurreción en el sentido exacto del término , ni encarnación en el sentido humano de la palabra .
Severo tenía un argumento que , para él , era válido . Si se había tomado la precaución de envolver el cadáver de Jesús con mirra y áloes antiputrefactantes , era que se temía la corrupción natural , común a todos los humanos .
Pero de toda esa discusión sutil entre nuestros dos obispos resulta que el problema que seguía planteándose a principios del siglo quinto era saber si el cadáver de Jesús , en su tumba , había esperado o no a su ascensión para tornarse incorruptible .
Pues bien , semejante discusión establecía forzosamente ( y de forma imperativa teniendo en cuenta la autoridad espiritual de esos participantes ) la existencia de un cadáver de Jesús ... Y en aquella época , los escribas anónimos que redactaban los manuscritos de los nuevos Evangelios , en griego ( que , por cierto , son los únicos que han llegado hasta nosotros ), afirmaban ya que los discípulos o las santas mujeres habían encontrado el sepulcro vacio , y que ya no estaba allí el cadáver de Jesús , pero el sudario y los lienzos se habían encontrado , plegados separadamente . Y unos ángeles se habían hecho responsables de ello .
La Iglesia , al ver venir el peligro , reaccionó inmediatamente a su manera . Las cartas de Juliano de Halicamaso y de Severo de Antioquía , las copias que se habían hecho de ellas y que circulaban por ahí , todo ello debía ser quemado por los cristianos en cuanto cayera en sus manos , pero sin enterarse de lo que decían , so pena de excomunión mayor .'
Pero la verdad histórica velaba . Y no todo se perdió . Lo que quedó ha sido publicado y ya no corre el riesgo de ser destruido .
En el Atlas biblique pour tous , del padre Lúe H . Grollenberg ( Ed . Sequoia , París-Bruselas , 1965 , con imprimatur del 8 de marzo de 1960 ), leemos lo siguiente en la página 177 :
« En 1952 fueron descubiertos en el monte de los Olivos , cerca del
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