Jesús O El Srecreto Mortal de los Templarios | Page 233

que ésta rueda ( Mateo , 27 , 60 ; Marcos , 15 , 46 ), y ese ligero detalle simplifica aún más la operación de abertura del sepulcro .
Es evidente que José de Arimatea , que no es sino un simple sepulturero , guardián del recinto de los muertos , no está al corriente del secreto de la pólvora . Lleva simplemente el saco que contiene las resinas antiputrefactantes y el explosivo . Pero Nicodemo , fariseo , un fiel de Jesús , « pero en secreto , que no iba a su encuentro sino de noche » ( Juan , 3 , 1 ), es también uno de los jefes de los judíos ( op . cit ., 3 , 2 ), y era él el proveedor del grupo ( Juan , 19,39 ).
En cuanto a los guardianes , es evidente que una explosión de improviso , con las llamas y la detonación , la trepidación del suelo y el ruido , eran motivos más que suficientes , en aquella época , para dejarlos « como muertos ...», anonadados por el miedo y el asombro . En cuanto volvieron en sí , se largaron a toda prisa , tanto para ponerse a cubierto como para llevar la noticia de tal prodigio a los sanedritas , en Jerusalén . A continuación , los fieles encargados de la operación de traslado del cadáver se acercaron e hicieron lo necesario . Y lo hicieron tan bien , con tanto respeto para con ese muerto que había sido su rey y su guía , que tomaron incluso la precaución de doblar cuidadosamente el sudario manchado de sangre y de agua , cosa que un ángel no habría hecho , evidentemente . Y la prueba de que hubo por lo menos dos hombres efectuando esta exhumación reside en el hecho de que las bandas estaban en el suelo , mientras que el lienzo estaba plegado . El que había manipulado las primeras , manchadas de sangre y de agua , las había tirado con asco , por ese motivo , ya que implicaban para él un exceso de impurificación ritual a los ojos de la ley judía ( estaba ya el hecho de tocar un cadáver ). El segundo había tomado más precauciones con el lienzo , que había doblado y colocado aparte ( Juan , 20 , 3-7 ).
El traslado del cadáver fue facilitado por la exigüidad del tamaño de Jesús , tan pequeño que un asno podía servirle de montura , mientras que un hombre de estatura normal , para evitar el ridículo de semejante situación , habría montado sobre la pollina que estaba allí con su hijo , tal como nos cuentan los Evangelios ( Lucas , 19 , 35 y Juan , 12,14 ).
Y los exhumadores tomaron discretamente el camino de Samaría donde Jesús había tenido siempre amigos , con el cadáver probablemente disimulado dentro de un saco , y con la cobertura de los cincuenta kilos de mirra y de áloes repartida alrededor de su cuerpo para quitarle toda forma humana . Una carreta , forraje , dos personajes de los que se ignoraba que habían sido partidarios de Jesús , como ya hemos visto antes , todo eso no tenía nada de sospechoso .
De Jerusalén a Betel , ciudad situada en la frontera misma de los dos reinos , había unos veinte kilómetros . De Betel a Sebasta , lugar de la inhumación definitiva , había que contar unos treinta más . El recorrido era , por lo tanto , de cincuenta kilómetros en total . Distancia tri-
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