Jesús O El Srecreto Mortal de los Templarios | Page 13

semejanza de Federico de Hohenstaufen , emperador de Alemania y rey de las Dos Sicilias , y el soberano más letrado de su época , la Orden del Temple fue rechazando el dogma de la divinidad de Jesús y volvió al Dios Único , común al judaismo y al Islam .
Y fue así cómo , en el propio seno de la Orden oficial , se constituyó una verdadera sociedad secreta interior , con sus jefes ocultos , sus enseñanzas esotéricas , y sus objetivos confidenciales , y todo ello de forma bastante fácil , ya que en el año 1193 la Orden no tenía más que 900 caballeros .
A partir de entonces , en las ceremonias capitulares de recepción , aquellos que , como ingenuos neófitos , rehusaron despreciar la Cruz , creyendo que se trataba de una sencilla prueba sobre la solidez de su fe , fueron enviados a los campos de batalla de ultramar , para mantener allí el buen nombre de la Orden y cubrirse de gloria .
En cambio , aquellos otros que , sin decir palabra , perinde ad cadáver , dóciles ante la orden de los comendadores , aceptaron pisar una cruz de madera o la de un viejo manto de la orden tendido en el suelo , esos permanecieron en Europa , como reserva para los misteriosos y lejanos objetivos del poder templario . Y , efectivamente , en aquella época no podía haber prueba más definitiva que esa .
Se trataba de hacer del mundo entero una « tierra santa ». Pero , para ello , primero había que apoderarse del mundo . Y eso , a una minoría valiente , organizada y rica , muy vagamente consciente de la grandiosa finalidad de sus hazañas , pero sabiamente dirigida por un grupo de iniciados , y que supiera guardar el secreto y obedecer ciegamente , le era perfectamente posible .
Pero llegó un día en que la cosa salió a la luz y en que los tránsfugas , orgullosos decepcionados o amargados , hablaron .
El rey de Francia olfateó la ganancia , y supo hacer cómplice al papa , quien ya era su deudor desde el acuerdo nocturno del bosque de Saint-Jean-d ' Angély . El tesoro real y el dogma romano tenían el jaque mate en sus manos .
Entonces los siervos de la justicia engrasaron la madera de los potros , y los verdugos pusieron al rojo candente sus tenazas ardientes . Y cuando se hubieron apoderado de todo el dinero del Temple y hubieron confiscado los feudos y las encomiendas , se encendieron las piras .
Su humo negro , graso y maloliente , que entenebrecía albas y crepúsculos , desterró , durante seiscientos años , la esperanza de una unidad europea y de una religión universal que uniera a todos los hombres . Pero ese humo , ante todo , iba a ahogar la verdad sobre la mayor impostura de la Historia .
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