Isla #1 | Page 9

Ernestino CONCEPCIÓN: La mosca Rigoberta hacía cinco días que estaba en esa casa. La señora dueña se había ido una semana al interior, y había dejado olvidada en el tacho de la cocina, una bolsa rebosante de basura que poco a poco se fue pudriendo. Rigoberta, no desaprovechó esa oportunidad. A eso de las ocho de la noche, eligió el tacho como lugar de parto, y esa misma madrugada puso hasta 8.000 huevos. Las diminutas y blancas bolitas se esparcieron dentro y fuera de la bolsa; por la pared cercana a la heladera; por las baldosas sin barrer, y retozaron durante un buen rato. En el correr de la mañana, las larvas eclosionaron, y comenzaron a devorar restos orgánicos, altamente ricos en nutrientes. Eran unos gusanitos amarillentos, de un tamaño de 3 a 9 milímetros de longitud, que se arrastraban con asombrosa rapidez. No tardaron en aprovechar la –para ellos­ inmensa bolsa, como cobijo, aunque algunas, más anárquicas, culminaron a solas su alimentación, bajo el juego de comedor; contra la cómoda; o bordeando algún sillón, ya invadiendo el living. Al mediodía, sea donde estuviesen, cada una de ellas se transformaron en pupas. Otra vez eran unas bolitas, ahora marrones o rojizas, y de 8 milímetros. Rigoberta y los otros adultos deambulaban la casa; los adornos; el tapizado; el baño; la habitación de la mujer; buscando alimento. 9