quedaban migas del budín. Casi todas las moscas se
encontraban allí, desayunando.
La vieja volvió a toser.
Ronald, masticando, voló a centímetros de Artura, y amenazó
con montarla. Pero a último momento se alejó.
La vieja se levantó a tomar agua con azúcar, pero no le hizo
nada. Siguió tosiendo un buen rato, hasta que se le pasó.
Ronald volvió a arremeter. Artura chilló una advertencia, aunque
él y ella sabían que no tenía fuerzas para defenderse. Con las
pocas energías que le quedaban, voló a posarse contra una
esquina.
De pronto, se armó una bronca. Ronald se peleó con uno de sus
camaradas. La riña duró un minuto; las moscas se
arremolinaron, moviendo alas y patas; y provocando casi el
ruido que hacía tío Íbero, en sus días más imbancables. Luego,
todo se disipó. Ronald, se apartó de sus compinches, y se
quedó un rato solo, sobre una máscara de porcelana. Artura
supuso que arremetería contra ella en cualquier momento. Y no
se equivocó. Ronald, cruzó velozmente la sala, y se dispuso a
montarla, pero ella dio un saltito, y él se quedó atrapado en la
telaraña. Esta vez la araña no esperó que le arruinaran su
presa. Corrió de forma macabra hacia Ronald, y con sus patas
lo envolvió hasta dejarlo como una momia.
DÍA 15:
Artura regurgitó un pedacito de fideo, de hacía días. Pasó la
noche pesimamente. Al ver que el alba se acercaba, se arrastró
más que voló, hacia el extractor de la cocina, y con muchísimo
esfuerzo salió al patio. Ya muchas de las moscas madrugadoras
se encontraban allí, revoloteando la bolsa. Pero fueron
comprensivas, y al ver el estado de Artura, le abrieron paso.
Artura se mantuvo por un rato con algunos malestares; y de
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