resuelto la diferencia del día anterior, no quiso que se reanimara.
Decidió de improviso, y sin comentar con nadie, ir él en persona,
a por un trocito del manjar. Fue un acto impulsivo. No tenía ni la
destreza, ni la cautela de Ronald. Su edad le había quitado
velocidad, y nunca fue muy silencioso que digamos. Pero con
todo eso, tío Íbero se lanzó. Nadie reparó en que la vieja había
traído consigo el repasador, por si acaso. Con reflejos increíbles,
sacudió duramente la tela, no bien vio venir al moscardón, y lo
escrachó contra la mesita, haciendo vibrar las cucharillas. Tío
Íbero estaba muerto. Su cuerpo resbaló hacia el suelo, y la doña
lo pateó, haciéndolo rodar hacia debajo de la alfombra.
Éstas plagas no aprenden más dijo con satisfacción.
Pero el buen ánimo de la vieja no duró mucho. El episodio de la
novela fue algo triste, y la dejó pinchada. Y esa noche, volvió a
desvelarse, y nuevamente lloró sin consuelo. Artura, y Nuria
sobre todo, hicieron lo propio, por la pérdida de su tío.
Esperando que al menos, el día siguiente fuese abundante en
alimento.
DÍA 12:
Y fue así. La vieja volvió a ir de compras, y regresó con carne.
Las moscas no lo podían creer. Nuria seguía compungida, pero
la sed de revancha la llenaba de ímpetu. Artura había
amanecido con dolor en el vientre. La preñez comenzaba a
hacerse sentir.
El corte, resultó ser un pedazo de entraña. ¡La vieja se había
vuelto loca! Algo grande había pasado por su mente la noche
anterior. Trabajó un rato, lavando la lechuga y un par de
tomates. Nadie la molestó, pues todas las moscas estaban
como sedadas con el olor que salía del horno. Nuria se
impacientaba; iba y venía; movía sus cuatro patas
exageradamente. Artura ya no podía supervisarla, con sus
dolores y sus mareos. Se sentía pesada. Procuraba murmurarle
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