Isla #1 | Page 18

resuelto la diferencia del día anterior, no quiso que se reanimara. Decidió de improviso, y sin comentar con nadie, ir él en persona, a por un trocito del manjar. Fue un acto impulsivo. No tenía ni la destreza, ni la cautela de Ronald. Su edad le había quitado velocidad, y nunca fue muy silencioso que digamos. Pero con todo eso, tío Íbero se lanzó. Nadie reparó en que la vieja había traído consigo el repasador, por si acaso. Con reflejos increíbles, sacudió duramente la tela, no bien vio venir al moscardón, y lo escrachó contra la mesita, haciendo vibrar las cucharillas. Tío Íbero estaba muerto. Su cuerpo resbaló hacia el suelo, y la doña lo pateó, haciéndolo rodar hacia debajo de la alfombra. ­Éstas plagas no aprenden más­ dijo con satisfacción. Pero el buen ánimo de la vieja no duró mucho. El episodio de la novela fue algo triste, y la dejó pinchada. Y esa noche, volvió a desvelarse, y nuevamente lloró sin consuelo. Artura, y Nuria sobre todo, hicieron lo propio, por la pérdida de su tío. Esperando que al menos, el día siguiente fuese abundante en alimento. DÍA 12: Y fue así. La vieja volvió a ir de compras, y regresó con carne. Las moscas no lo podían creer. Nuria seguía compungida, pero la sed de revancha la llenaba de ímpetu. Artura había amanecido con dolor en el vientre. La preñez comenzaba a hacerse sentir. El corte, resultó ser un pedazo de entraña. ¡La vieja se había vuelto loca! Algo grande había pasado por su mente la noche anterior. Trabajó un rato, lavando la lechuga y un par de tomates. Nadie la molestó, pues todas las moscas estaban como sedadas con el olor que salía del horno. Nuria se impacientaba; iba y venía; movía sus cuatro patas exageradamente. Artura ya no podía supervisarla, con sus dolores y sus mareos. Se sentía pesada. Procuraba murmurarle 18