Isla #1 | Page 14

destreza; de su fuerza; de su capacidad para volar. Era el líder de esa pequeña bandada de adolescentes, y muchos lo respetaban. Pero con Artura no se metía, pues Nuria se enojaría. Y no era conveniente hacer enojar a Nuria; porque así como era risueña, podía transformarse en una fiera al instante. A lo sumo, Ronald revoloteaba a unos centímetros; pero lo suficientemente lejos como para que no se le acusara de nada. Esa tarde, Ronald quiso inscribir para siempre su nombre, en las páginas más doradas de la historia de las moscas, y aún de los insectos en general. Contra una de las esquinas que formaban las paredes del living, un mosquito cayó preso en la telaraña de una pequeña pero temible araña. Ésta, satisfecha de su éxito, se sobraba, y no se decidía a ir a envolver a su presa. A la vista de todos, Ronald, voló como un cohete, y con un golpe fiero, libró al mosquito de la trampa, el cual quedó tan absorto, que tardó en darse cuenta de su suerte, y recién se echó a volar, cuando estaba peligrosamente cerca del piso. Los muchachones bramaron admirados, al igual que otras moscas, entre ellas –y no pudo evitarlo­ Nuria, que como ya mencioné, adoraba el peligro. Artura se mostró totalmente indiferente a la escena. La araña, furiosa, se inclinó mostrando los colmillos, y se fue a su rincón. La cosa no quedaría así. DÍA 7: La noche era tranquila y apacible. La vieja limpiaba, pero a veces se dejaba estar. Las moscas, con los días se las fueron ingeniando para encontrar alimento en cualquier lado. Sin embargo, la fuente principal de comida, seguía siendo el tacho de afuera. Artura recurría a él, sólo durante el día. Al caer la noche, sólo los machos, y a veces la valentona Nuria, se quedaban escudriñando la bolsa negra; pero no eran más de las nueve, cuando ella también se metía en la casa. 14