inversiones inteligentes 1 | Page 73

EL INVERSOR Y LA INFLACIÓN Todo lo anterior nos devuelve a nuestra conclusión de que el inversor no tiene ningún criterio sólido para esperar una rentabilidad superior a la media de, digamos, el 8% en una cartera de acciones de tipo DJIA adquirida al nivel de precios de finales de 1971. No obstante, ni siquiera el hecho de que estas expectativas resultasen estar minusvaloradas de manera substancial demostraría la sensatez de un programa de inversión compuesto exclusivamente por acciones. Si el futuro tiene algo garantizado es que los beneficios y el valor de mercado anual medio de una cartera de valores no crecerá a un tipo uniforme del 4% ni de ninguna otra cifra. En las memorables palabras de J.P. Morgan, «Fluctuarán»* Esto significa, en primer lugar, que el comprador de acciones a los precios actuales, o a los precios del futuro, correrá un riesgo real de sufrir resultados insatisfactorios durante un período de varios años. Fueron necesarios 25 años para que General Electric (y el propio DJIA) recuperase el terreno perdido en la debacle de 1929-1932. Además, si el inversor concentra su cartera en acciones, es muy probable que se deje llevar por los arrebatadores incrementos o por los deprimentes declives. Esto resulta especialmente cierto si su razonamiento le lleva a expectativas de inflación adicional. Porque en ese caso, si se produce otra fase a1cista en el mercado, tomará la gran subida del mercado no como una señal de peligro de una inevitable carda, m como una oportunidad de cobrar sus cuantiosos beneficios, sino como una reivindicación de las hipótesis de inflación Y como un motivo para seguir comprando acciones por elevado que sea el nivel del mercado o por bajo que sea el rendimiento en forma de dividendo. Ése es el camino hacia el crujir y rechinar de dientes. Alternativas a las acciones como cobertura frente a la inflación La política ordinaria de las personas de todo el mundo que desconfían de su divisa ha sido comprar y conservar oro. Esta actividad ha sido ilegal para los ciudadanos de Estados Unidos desde 1935, por fortuna para ellos. En los último 35 años el precio del oro en el mercado abierto ha pasado de 35 dólares por onza a 48 dólares por onza a principios de 1972, un incremento de únicamente el 35%. Sin embargo, durante todo este tiempo, el tenedor de oro no ha recibido ningún tipo de renta por su capital y, al contrario, ha sufrido ciertos gastos anuales por el almacenamiento. Evidentemente, habría conseguido mucho mejores resultados con su dinero * John Pierpont Morgan fue el financiero más poderoso de finales del siglo XIX y principios del xx. A causa de su gran influencia, siempre le preguntaban qué iba a hac er a continuación el mercado de valores. Morgan acuñó una respuesta asombrosamente breve e infaliblemente exacta: «Fluctuará». Véase lean Strouse, Morgan: AmericanFinancier (Random House, 1999), pág. 11. 75