INVERSIÓN EN CONTRAPOSICIÓN A ESPECULACIÓN
Estos acontecimientos tienen un aspecto paradójico. En 1964
realizamos una prolongada exposición sobre la posibilidad de que el precio
de las acciones pudiese ser demasiado elevado y estar sujeto a un severo
declive en última instancia; no obstante, no consideramos específicamente
la posibilidad de que lo mismo pudiese pasar con el precio de las
obligaciones de primera categoría. (Tampoco lo hizo nadie de quien
tengamos noticia). Lo que sí hicimos fue advertir (en la página. 90) de que
“una obligación a largo plazo puede experimentar grandes variaciones de
precio en respuesta a los cambios de los tipos de interés”. A la luz de lo que
ha ocurrido desde entonces, creemos que esta advertencia, con sus
correspondientes ejemplos, fue insuficientemente destacada. Porque el
hecho es que si el inversor hubiese tenido una cantidad concreta en el DJIA
a su precio de cierre de 874 en 1964, habría obtenido un pequeño beneficio
sobre dicha cantidad a finales de 1971; incluso en el nivel inferior (631) de
1970 la pérdida declarada habría sido inferior que la que se muestra en las
obligaciones a largo plazo de buena categoría. Por otra parte, si hubiese
limitado sus inversiones en obligaciones a bonos de ahorro de Estados
Unidos emisiones empresariales a corto plazo o cuentas de ahorro, no
habría experimentado pérdida en el valor de mercado de su principal a lo
largo del período y habría disfrutado de un mejor rendimiento por renta que
el ofrecido por las buenas acciones. Por lo tanto, resultó que los auténticos
«equivalentes a efectivo» acabaron siendo mejores inversiones en 1964 que
las acciones ordinarias, a pesar de la experiencia de inflación que, en teoría,
debería haber favorecido a las acciones en relación con el efectivo. La
reducción en el valor del principal cotizado de las obligaciones a largo
plazo de buena categoría fue consecuencia de los acontecimientos que
tuvieron lugar en el mercado de dinero, una zona de difícil comprensión,
que normalmente no influye mucho en la política de inversión de los
particulares.
. Esta es otra más de la innumerable serie de experiencias que se han
producido a lo largo del tiempo y que han demostrado que el futuro de los
precios de los valores nunca puede darse por sabido por adelantado.*
Prácticamente siempre las obligaciones han fluctuado mucho menos en
precio que las acciones y, por lo general, los inversores siempre han podido
adquirir buenas obligaciones con cualquier tipo de vencimiento sin tener
que preocuparse sobre las variaciones que pudiese experimentar su valor de
mercado. Esta regla general ha sufrido unas cuantas excepciones, y el
período siguiente a 1964 resultó ser una de ellas. Volveremos a hablar
*
Lea otra vez la frase de Graham, y caiga en la cuenta de lo que está diciendo el mayor de los expertos de
la inversión: El futuro de los precios de los valores no se puede predecir nunca. A medida que vaya
avanzando en la lectura de este libro, se dará cuenta de que todas las demás afirmaciones de Graham están
diseñadas para ayudarle a comprender y aceptar esa realidad. Como no puede predecir cuál va a ser el
comportamiento de los mercados, tendrá que aprender a predecir y controlar su propio comportamiento.
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