EL INVERSOR INTELIGENTE
debería ser capaz de obtener una rentabilidad por dividendo inicial de entre
el 3,5% y el 4,5% por sus adquisiciones de acciones, a la que debería añadir
un incremento firme de valor subyacente (y en el «precio de mercado
normal») de una cesta de acciones representativas aproximadamente del
mismo importe, lo que arrojaría un rendimiento combinado por dividendos
y revalorización de aproximadamente el 7,5% al año. La división en partes
iguales entre obligaciones y acciones arrojaría una rentabilidad de
aproximadamente el 6% antes de impuestos. Añadimos que el componente
de acciones debería incorporar un sustancial nivel de protección frente a la
pérdida de capacidad de compra provocada por la inflación a gran escala.
Se debe destacar que los cálculos anteriores señalaban unas
expectativas de un tipo de revalorización del mercado de valores muy
inferior al que se había obtenido entre 1949 y 1964. Esa tasa de crecimiento
había alcanzado un promedio bastante superior al 10% en lo tocante al
conjunto de acciones cotizadas y, por lo general, se consideraba que era
una especie de garantía de resultados igualmente satisfactorios respecto de
lo que cabía esperar en el futuro. Pocas personas estaban dispuestas a
considerar seriamente la posibilidad de que ese elevado tipo de
revalorización en el pasado significase realmente que la cotización de las
acciones estaba «en un nivel demasiado elevado en la actualidad» y, por lo
tanto, que «los maravillosos resultados obtenidos desde 1949 no fuesen un
augurio de muy buenos resultados, sino por el contrario de malos
resultados, para el futuro».4
2. Qué ha ocurrido desde 1964
El principal cambio desde 1964 ha sido el incremento de los tipos de
interés ofrecidos por las obligaciones de primera categoría, que han
alcanzado unos niveles máximos en términos históricos, aunque desde
entonces se ha producido una considerable recuperación desde los precios
inferiores de 1970. El rendimiento que se puede obtener con las buenas
emisiones empresariales ronda en la actualidad el 7,5%, y aún más en
comparación con el 4,5% de 1964. Mientras tanto, la rentabilidad por
dividendo de las acciones de tipo DJIA experimentaron un razonable
incremento también durante el declive del mercado de 1969- 70, pero en el
momento en el que escribimos (con el «Dow» a 900) es inferior al 3,5% en
comparación con el 3,2% de finales de 1964. El cambio en los tipos de
interés vigentes provocó un declive máximo de aproximadamente el 38%
en el precio de mercado de las obligaciones a medio plazo (digamos 20
años) durante este período.
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