inversiones inteligentes 1 | Page 10

EL INVERSOR INTELIGENTE
Nueva York cuando Ben tenía un año de edad. Al principio disfrutaron de un buen nivel de vida, con doncella, cocinero y ama de llaves francesa en Upper Fifth Avenue, la mejor zona de Nueva York. Sin embargo, el padre de Ben falleció en 1903, el negocio de la porcelana tuvo problemas y la familia cayó rápidamente en la pobreza. La madre de Ben convirtió la. casa en una casa de huéspedes; después, se endeudó para hacer operaciones en el mercado de valores a margen, y se arruinó con la crisis de 1907. Durante el resto de su vida, Ben recordaría la humillación de tener que cobrar un cheque para su madre y oír al cajero preguntando: «¿ Tiene Dorothy Grossbaum crédito para cobrar cinco dólares?».
Afortunadamente, Graham obtuvo una beca en Columbia, donde su brillantez floreció plenamente. Se graduó en 1914, el segundo de su promoción. Antes que concluyese el último semestre de estudios de Graham, tres departamentos, inglés, filosofía y matemáticas, le habían solicitado que se uniese a su plantilla docente. Sólo tenía veinte años de edad.
Dejando a un lado el mundo académico, Graham decidió intentarlo en Wall Street. Comenzó como administrativo en una firma de negociación de bonos, después empezó a trabajar como analista, más tarde alcanzó el rango de socio y poco después estaba dirigiendo su propia sociedad de inversión. El apogeo y posterior caída de Internet no habrían sorprendido a Graham. En Abril de 1919 obtuvo un rendimiento del 250 % en el primer día de cotización de Savold Tyre, una nueva oferta en el floreciente sector de la automoción; en octubre de ese año se reveló que la empresa era un fraude y sus acciones no tenían ningún valor.
Graham se convirtió en un maestro de la investigación de las acciones con un detalle microscópico, casi molecular. En 1925, escarbando entre los complejos informes presentados por los oleoductos a la Comisión de Comercio Interestatal de Estados Unidos, descubrió que Northern Pipe Line Co., que en aquel momento cotizaba a 65 dólares por acción, tenía obligaciones de gran calidad por un valor mínimo de 80 dólares por acción.( Adquirió las acciones, no dejó de insistir a sus directivos para que incrementasen los dividendos y acabó obteniendo 110 dólares por acción tres años después).
A pesar de las horrorosas pérdidas de casi el 70 % que se produjeron durante la gran crisis de 1929 a 1932, Graham sobrevivió y prosperó en la época posterior, buscando y seleccionando oportunidades y ocasiones entre los restos del desastre del mercado alcista. En la actualidad no se conserva un registro exacto de las primeras rentabilidades obtenidas por Graham, pero desde 1936 hasta que se retiró en 1956, su Graham-Newman Corp. obtuvo por lo menos un 14,7 % anual, en comparación con el 12,2 % obtenido por el mercado de valores
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