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MUNICIPALIDAD PROVINCIAL DE SATIPO – JUNIN - PERU
INVENTARIO TURISTICO Y CULTURAL
DE LA PROVINCIA DE SATIPO
Santos ofrece al capitán dos treguas y numerosas ocasiones para rendirse. Al final de
la segunda tregua los españoles deciden huir protegidos por la oscuridad pero son
descubiertos. Nadie se salva. Es así como Santos obtiene su mayor victoria militar.
En enero de 1744 el General Troncoso regresa a Kimiri, solo para observar desde el
otro lado del río el fuerte ocupado por los rebeldes. En solo un año Juan Santos había
derrotado militar y moralmente a los españoles. Hacia fines de 1744 el secretario de
Felipe V, el Marqués de la Ensenada, recomienda a Don José Manso de Velasco, Virrey
del Perú, a que salgan a sus órdenes varios soldados de Buenos Aires y Chile para
combatir al “Indio Rebelde”. Se nombra jefe de las operaciones al General de Armas
Don José de Llamas, Marqués de Mena-Hermosa, al mando de más de mil hombres
que ingresan al territorio rebelde por Huancabamba dirigiéndose luego hacia el Cerro
de la Sal. Por su parte el General Troncoso, al mando de casi 400 hombres, debía
reunirse con él, pasando por Kimiri y Oxabamba. Las dificultades de la selva hacen
estragos entre los españoles. El General Llamas debe volver sobre sus pasos dejando
tras de sí 14 muertos de agotamiento, sin haber podido ver ningún indio rebelde.
Distinta fue la suerte de Troncoso, quien fue atacado en Nijandaris (Chanchamayo),
sus soldados huyen abandonando sus pertrechos militares. El desastroso resultado
hace perder la confianza en las fuerzas armadas.
Los Franciscanos no se resignan a haber perdido en tan poco tiempo casi un siglo de
trabajo y en 1747 se intentan una recuperación pacífica de las antiguas conversiones.
En febrero de ese año el padre Albarrán ingresa por la selva de Pangoa, pasando por
el sur, por la antigua entrada del río Acón, para después bajar por el Ene hasta su
encuentro con el Perené. Pero al llegar al río Mantaro la expedición es abandonada
improvistamente por los portadores serranos y poco después es atacada por los indios.
Tres religiosos y diez soldados españoles dejan sus vidas en las montañas de Huanta.
Un testigo ocular declararía que el ataque había sido planeado por ciertos negros
cimarrones y unos indios guamanguinos, apostatas fugitivos de la justicia. En mayo
de 1747, el nuevo Comisario Franciscano Lorenzo Núñez decide enviar a tres religiosos
para entrevistarse con Juan Santos. Estos regresan sanos y salvos pero sin lograr
ningún acuerdo positivo con el rebelde.
En 1751, numerosos grupos de nativos Asháninka y Piro rebeldes se dirigen río arriba
por el Sonomoro, avanzan lentamente, sin prisa, no en una acción violenta de invasión
militar sino en una recuperación de territorio. Un año demoran los rebeldes en
recuperar toda la región de Sonomoro, Mazamari, Pangoa y Satipo (Amich, José).
Para 1752 el antiguo territorio asháninka, amuesha y piro ha sido recuperado
totalmente por sus habitantes. Ni una sola misión, ni un solo establecimiento han
resistido a la lenta pero tenaz acción de restauración de las tribus rebeldes.
En agosto de 1752, los rebeldes entran al pueblo de Andamarca, lo someten
completamente y apresan al párroco y a otro padre, recogen víveres, se llevan algunas
cabezas de ganado y después de tres días se retiran nuevamente a la montaña. Con
este ataque termina el primer periodo de rebelión de Juan Santos Atahualpa. A partir
de 1752 la rebelión toma un rumbo distinto y disfrutan pacíficamente de sus éxitos
militares. Por lo general se da por terminada la rebelión en 1756, cuando
misteriosamente Juan Santos desaparece, pero sus consecuencias perduran hasta
buena parte del siglo XIX.
La sublevación de Juan Santos, una de las más importantes de las poblaciones
indígenas de las selvas sudamericanas, refleja un estado de saturación alcanzado por
las culturas nativas maltratadas y ofendidas en sus más hondas tradiciones. La clara
conciencia de que el creciente avance e intromisión siempre mayor de los blancos y
mestizos en sus territorios es la causa principal de su decaimiento cultural y de su
lenta agonía física encuentra su expresión en una esperanza mesiánica encarnada en
la figura de Juan Santos Atahualpa (XXXVIII Congreso de Americanistas, Mar del Plata,
CONSULTOR: HENRY GINES S.
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