La cultura en la imaginación antropológica
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estudio de pequeñas comunidades o pueblos desarticulados de
estructuras socioeconómicas y políticas mayores, lo cual en la
práctica llevaba a un desconocimiento de los problemas básicos
de tipo estructural haciendo de la labor antropológica un simple
folclorismo (Krotz 1993: 18).
Carlos Iván Degregori (2000) muestra cómo la antropología en
Perú vivió un recorrido similar al trazado por Krotz para México.
En éste, la desaparición de la cultura como término y categoría
central del análisis antropológico se produjo hacia los años
sesenta y setenta con la predominancia de corrientes marxistas y
del estructuralismo. De ahí que, para los ochenta, la antropología
en el Perú atestigua un “[…] doble regreso: el regreso del actor
[…] y el regreso de la cultura” (Degregori 2000: 50). Este
‘regreso a la cultura’ no ha estado exento de problemas, sino que
“[…] puede significar la vuelta a un culturalismo que olvide o
rechace cualquier preocupación por la dimensión económica más
amplia, es decir, por el poder” (Degregori 2000: 54).
Tomados en su conjunto, los trabajos indicados de Reygadas,
Krotz y Degregori nos mantienen atentos sobre los riesgos del
reduccionismo cultural (culturalismo) y las limitaciones de
ciertas categorías de cultura para pensar la desigualdad. Ahora
bien, invocar a la cultura (como término o como concepto)
no significa que necesariamente se caiga en estos riesgos o
limitaciones; el concepto de poder cultural de García Canclini
antes comentado ilustra claramente este punto. Igualmente
Trouillot y Grimson evidencian, desde sus respectivas posturas,
que ya sea que abandonemos la utilización del término o no, en
el plano conceptual la cultura sigue siendo un proyecto vigente
y puede ser repensada para dar cuenta de las heterogeneidades
y complejidades de los procesos sociales, lo que es vital
para socavar las frecuentes apropiaciones del término tanto
en sus articulaciones racializadas como en su disolución en