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Intervenciones en teoría cultural
puede ser herramienta desestabilizadora del mismo cuando se
encuentra del lado de los sectores subalternizados.
En el mismo sentido, Alcida Ramos argumenta que los temores
sobre la apropiación pública del concepto de cultura de formas
escencializantes y conservadoras no es un argumento para
abandonar este concepto: “Si, por miedo a una apropiación
inadecuada, empezamos a eliminar conceptos, pronto estaremos
sin palabras, rehenes amordazados de cualquier fuerza que use
nuestra producción intelectual” (2004: 373-374). Además, subraya,
detrás del argumento hay una cierta arrogancia de la antropología al
atribuirse el poder de prescribir las utilizaciones de ciertas categorías
por los actores sociales. Al igual que Ortner, Ramos considera que
el concepto de cultura es multiacentual y en manos de los lideres
y pueblos indígenas se convierte en una herramienta política: “En
manos de los indígenas, el concepto de cultura, como el alfabeto
latino, se transforma en una importante herramienta para marcar sus
diferencias de la sociedad mayoritaria” (Ramos 2004: 374).
Ahora bien, aún considerando la heterogeneidad y
contextualidad de las posibles apropiaciones del concepto de
cultura y su relevancia en ciertos procesos de dignificación y de
posicionamiento político de poblaciones subalternizadas como los
pueblos indígenas o los afrodescendientes, un argumento basado
en la conveniencia política o no de una conceptualización no se
puede confundir ni, mucho menos, puede sustituir la labor de su
sustentación teórica o de trabajo empírico requerida (Hall [1992]
2010: 63). La labor teórica y empírica no puede ser clausurada
por predicamentos políticos. No podemos descartar el término
y conceptos de cultura por sus usos políticos dentro y fuera de
la antropología, como algunos antropólogos argumentan; pero
tampoco, como lo sugieren otros colegas, hay que mantenerlos
debido a que nos identificamos con los usos políticos dados por
ciertos sectores históricamente subalternizados.