La cultura en la imaginación antropológica
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generalmente se usa, hoy en día, con connotaciones racialistas,
dentro y fuera de la academia” (Trouillot 2011: 188).
Dada la proliferación de conceptos racialistas asociados al término
cultura, la labor de los antropólogos no consistiría en tratar de
imponer ‘el verdadero sentido’ o las categorizaciones ‘adecuadas’ a
las que debe responder este término, sino introducir otros términos
y estrategias descriptivas e interpretativas que puedan interrumpir
los imaginarios políticos y académicos racialistas propios del
pensamiento culturalista tan extendido dentro y fuera de la academia:
Si los conceptos no son sólo palabras la vitalidad de un
programa conceptual no puede girar sobre el simple
uso de un sustantivo. Podemos abandonar la palabra
y estar mejor en términos políticos y teóricos. Sin esa
abreviatura tendremos que describir rasgos específicos
en términos etnográficos y evaluar, analíticamente,
los distintos dominios que antes condensábamos en
ella. Entonces podremos seguir, mejor, una práctica
enraizada en el concepto (Trouillot 2011: 175).
Para algunos antropólogos, sin embargo, este desplazamiento en la
terminología no es suficiente. No se logra superar los problemas de
fondo con la simple sustitución de la palabra. No es suficiente con
proscribir el uso de la palabra cultura y esperar que al recurrir a lo
cultural o a sus sustituciones se eviten los problemas derivados de
la formación sustantivada, cosificada de cultura. Por eso arguyen,
de manera más radical aún, que el problema no radica simplemente
en las ilegitimas apropiaciones y malos usos que se hacen por fuera
de la antropología el ejército de neófitos de la palabra cultura, sino
que lo problemático se enraíza en las categorías mismas con las que
se ha operado dentro de la disciplina. De ahí que argumenten que
para potenciar el proyecto antropológico es pertinente abandonar
las categorías que han operado asociadas al término de cultura.