28
Intervenciones en teoría cultural
han indicado que: “[…] en lugar de dar por sentada la autonomía
de la comunidad originaria, tenemos que examinar su proceso de
constitución como comunidad en ese espacio interconectado que
ha existido siempre” (Gupta y Ferguson 2008: 237).
Otra de las críticas cuestiona la visión normativa asociada a
esta noción de cultura como orden impuesto que hace que los
individuos aparezcan como simples reproductores de la estructura,
garantes de la función de la institución o portadores pasivos de
significado (Dirks, Eley y Ortner 1994: 3-4; Gupta y Ferguson
2008: 237). Al respecto, Trouillot indica como “Los antropólogos
encontraron en el campo a personas que no seguían las reglas,
que no compartían las creencias dominantes, que no reproducían
los patrones esperados y que tenían sus ojos bien abiertos en el
Otro Lugar” (2011: 186). Los críticos señalan cómo los individuos
no son monolíticos depósitos de tradición o de identidades
ahistóricas e inflexibles, definidas de una vez y para siempre.
Incluso plantean que estas ideas normativas de la cultura como
isla hacen que aparezcan como ruidos, desviaciones, anomias,
como “no-datos”, aquello que cuestiona dichos paradigmas del
“orden”. En este sentido, José Antonio Figueroa ha anotado que:
“Los sujetos privilegiados de la antropología se caracterizaron
como meros reproductores de la estructura social y la tradición,
dejando de lado las opciones por el disenso cultural, el conflicto
con las tradiciones, el descreimiento, la burla o los serios intentos
de cambio enarbolados por individuos concretos” (2000: 61).
Las críticas apuntan, entonces, a que estas concepciones de la
cultura como un orden ineluctable diluyen la comprensión de la
agentividad, el conflicto, el disenso y la multiacentualidad de las
disímiles prácticas y representaciones inscritas en relaciones de
dominación, disidencia y resistencia.
Finalmente, se crítica a este modelo de cultura que confunde
los nombres con las cosas, es decir, la cultura como categoría