Historizando raza
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articulaciones en conceptualizaciones de raza. La racialización
apuntaría a ese proceso de marcación-constitución de diferencias
en jerarquía de poblaciones (en el sentido foucaultiano) a partir
de diacríticos biologizados que apelan al discurso experto, e
independientemente de que su inscripción sea en el cuerpo-marcado o
en el sujeto moral, pero siempre apuntando a la gubernamentalización
de la existencia de las poblaciones así racializadas.
Tres son los aspectos interrelacionados que se derivan de estos
planteamientos. En primer lugar, pensar en términos raciales
implica una transformación antropológica fundamental: la
distinción–oposición de dos entidades en la definición de lo
humano. El concepto de raza sólo es posible en la medida en
que lo humano sea dividido en una parte físico-material y en una
“otra” como el alma, el espíritu, la razón, la mente; las cuales,
entremezcladas o no, procedentes de diversas historias, aluden
a una dimensión inmaterial que da sentido a lo humano frente a
otros seres físicos. Como lo ha mostrado Todorov (1989), desde
mediados del siglo XVIII lo racial empieza a emerger en cuanto
es enunciada la separación entre lo físico y lo moral, para luego
relacionarlo, encontrar un vínculo determinante entre los dos. De
esta manera, las categorías raciales pasan por unir e interdefinir
dos entidades ilusoriamente separadas. Pero es en su separación
que encuentran sentido. Éste es uno de los puntos para insistir en
la modernidad de esta conceptualización.
En segundo lugar, fue necesario que se presentara un cambio
sustancial en la forma de concebir la relación entre estas dos
entidades. Lo que abre el concepto de raza, en su modernidad, es
una mayor preocupación o centralidad sobre la dimensión física.
El pensamiento racial pone casi al mismo nivel la constitución
física y la constitución moral, porque es desde la primera en
donde se logra definir la segunda. Así, si bien la raza pasa por
una jerarquía–oposición entre cuerpo físico y ese otro inmaterial,