142
Intervenciones en teoría cultural
Por tanto, debe partirse del planteamiento que las identidades
no están cerradas a un sentido, sino que son polifónicas y
multiacentuadas. No obstante, esto no significa que estén
‘libremente flotando’ y que cualquier significado encaje.
Al contrario, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987) han
argumentado que las identidades deben pensarse como
articulaciones sobredeterminadas en campos de diferenciación y
de hegemonía concretos. Aunque contingentes, las identidades
encarnan articulaciones con densidad histórica.
Las formas dominantes de conceptualización de las identidades
tienden a reproducir e inscribirse en las narrativas modernas, incluso
aquellas que se representan como antimodernas o postmodernas.
Lawrence Grossberg caracteriza la narrativa moderna de la
identidad como una lógica con tres componentes: la diferencia,
la individualidad y temporalidad. Dentro de esta narrativa, la
diferencia opera como ‘negatividad’, esto es, una imagen invertida
y en negativo de lo mismo, de la identidad. De ahí que la identidad
y la diferencia sean el resultado de la gran maquina de binarismos
y negatividad que caracteriza a la modernidad. Ante esta narrativa
moderna de la identidad, Grossberg propone que más bien
pensemos desde una política de las otredades en sus positividades
(esto es, no como imágenes invertidas, sino en lo que son en sí
mismas), escapando así al modelo binario y de negatividad. La
individualidad como componente de la narrativa moderna de la
identidad parte del supuesto que el individuo es una posición que
define la posibilidad y la fuente de la experiencia (y, por tanto, del
conocimiento), de la acción y del reconocimiento de sí mismo.
Ante esta reificación del individuo propia de la narrativa moderna,
Grossberg (2003: 166-167) propone pensar desde la noción de
posición d R7V