Identidades: conceptualizaciones y metodologías
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Así, la identidad es posible en tanto establece actos de distinción
entre un orden interioridad-pertenencia y uno de exterioridadexclusión. Por tanto, identidad y diferencia deben pensarse como
procesos mutuamente constitutivos. Esto no significa que la
diferencia sea un suplemento o una negatividad de la identidad.
En palabras de Stuart Hall:
[...] en contradicción directa con la forma como se las
evoca constantemente, las identidades se construyen
a través de la diferencia, no al margen de ella. Esto
implica la admisión radicalmente perturbadora de que
el significado ‘positivo’ de cualquier término —y con
ello su ‘identidad’— sólo puede construirse a través
de la relación con el Otro, la relación con lo que él
no es, con lo que justamente le falta, con lo que se ha
denominado su afuera constitutivo [...] (2003: 18).
Antes que entidades fijas e inmutables, las identidades son
procesuales, están históricamente situadas. Como lo indica
Escobar: “La mayoría de los académicos y activistas hoy en día
consideran que todas las identidades son productos de la historia”
(2005: 199). Las identidades son construcciones históricas y, como
tales, condensan, decantan y recrean experiencias e imaginarios
colectivos. Esto no significa que una vez producidas, las identidades
dejen de transformarse. Incluso aquellas identidades que son
imaginadas como estáticas y ancestrales, continúan siendo objeto
de disímiles transformaciones. Ahora bien, el ritmo y los alcances
de las transformaciones no son todos iguales ya que variables
demográficas, sociales, políticas y de subjetivación interactúan
de disímiles formas con el carácter más o menos permeable de
cada una de las identidades para puntuar estos ritmos y alcances.
En suma, las identidades nunca están cerradas o finiquitadas
sino que siempre se encuentran en proceso, diferencialmente
abiertas a novedosas transformaciones y articulaciones. Este