Modernidad y diferencia
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identidad preexistente que crearía la modernidad, sino que
ambas son el resultado de un sistema mundo que las antecede y
constituye. El punto no sería simplemente introducir a la periferia
en la genealogía de la modernidad pretendidamente europea, sino
socavar el postulado mismo de que la modernidad es el resultado
de entidades geohistóricas como Europa (o la periferia) a las que
se supone como ya constituidas.
Desde estas críticas, entonces, se hace indispensable descentrar
la modernidad de su identificación temporal y espacial con
Europa. Hay que romper la equivalencia (como anterioridad e
interioridad) entre modernidad y Europa. En esta dirección se
encuentran, precisamente, aquellos planteamientos que hablan
de múltiples modernidades.
Múltiples modernidades
Como resultado del cuestionamiento a los relatos difusionistas de
la modernidad, se ha ido posicionando una serie de planteamientos
que de diversas maneras pluralizan la modernidad. Uno de los
modelos más recurridos ha sido el que podríamos denominar
de las modernidades alternativas o vernáculas. Este modelo
enfatiza los procesos de lugarización e indigenización de la
modernidad, mostrando cómo incluso la modernidad europea
(o la euro-modernidad) es una particular articulación cultural e
históricamente situada.
Como ha sugerido Trouillot (2002), la idea de modernidad se ha
constituido como un universal noratlántico que opera como si fuese
un paradigma transhistórico y transcultural, obliterando la particular
historicidad y locación de la cual ha brotado. Como uno de los
universales noratlánticos, la modernidad encarna determinadas
visiones sobre el mundo y establece el ‘estado correcto’ de las cosas: