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Intervenciones en teoría cultural
lo bueno, lo malo, lo deseable. No sólo describe como son las cosas
del mundo, sino que prescribe como deberían ser. Estos cerramientos
epistémicos, morales y éticos, no descartan la existencia de profundas
ambigüedades en las narrativas de la modernidad. Por el contrario,
es la ambigüedad constitutiva en la que radica parte de la vitalidad
este universal noratlántico. En su multiacentualidad se encuentra
una fuente que ha garantizado su incomparable éxito en la seducción
de las más disímiles subjetividades y sus concomitantes diseños de
sociabilidades (Trouillot 2002).
Cuestionando esta arrogancia universalista, para el modelo de
las modernidades alternativas se hace indispensable romper con
el supuesto de que la modernidad es una sola, esencialmente
idéntica en todos los lugares y para todas las gentes. En las
retóricas difusionistas la diferencia empíricamente observable
de las modernidades trasplantadas de Europa a otros territorios
se entiende como una diferencia provisional, un no-todavía. Si
no encaja en la idea de provisionalidad, entonces esta diferencia
con respecto al paradigma no puede ser sino diletantismo
monstruoso. Desde estas retóricas difusionistas modernidades
diferentes a la Modernidad (así a secas y en mayúscula inicial
porque es un paradigma, esencialmente idéntica) solo tienen
cabida como provisionalidad o monstruosidad.
Desde la perspectiva de las modernidades alternativas se plantea
que hay diferentes formas de articulación de la modernidad,
no simplemente provisionalidades o monstruosidades de la
‘auténtica’ Modernidad. De ahí que argumenten que la europea
es sólo una modernidad existente (o un conjunto de ellas), no
la encarnación del universal, la expresión incontaminada de
su idealidad esencial. Se entiende la “[…] modernidad como
siempre inscrita en la cultura, inevitablemente ‘contaminada’ por
la historia […]” (Kahn 2001: 658). Se cuestiona, por lo tanto, la
existencia de una única modernidad tanto como la equivalencia