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Intervenciones en teoría cultural
si esta actitud de modernidad o crítica se encuentra en lugares
y gentes distintas a la Europa occidental no parece haber otra
explicación de la que fueron trasplantados directamente por los
europeos o por iniciativa de los no europeos en una evidente
actitud mimética con Europa.
En este punto Foucault no parece diferenciarse de las elaboraciones
sobre la modernidad más convencionales que hemos comentado.4
No obstante, no somos los primeros en indicar este límite en su
obra. Foucault han sido cuestionado por haberle atribuido un origen
europeo a tecnologías consideradas modernas que una genealogía
más amplia puede ubicar en otros lugares (Mitchell 2000: 3). Otros
autores, entre los que cabe destacar a Ann Laura Stoler (1995), han
cuestionado a Foucault por la obliteración de la situación colonial en
sus análisis de la emergencia del racismo de estado y la biopolítica,
así como en sus elaboraciones sobre la emergencia de la sexualidad
basadas exclusivamente en el sujeto europeo.
Como ya debería ser claro a estas alturas, los relatos difusionistas
de la modernidad se encuentran bien extendidos y abarcan
disímiles académicos, tanto en Europa como en las periferias,
desde hace un par de siglos hasta hoy. No obstante, estos relatos
han sido, sobre todo en las últimas dos décadas, objeto de fuertes
cuestionamientos. Múltiples son las críticas al planteamiento
de Europa como el tiempo-lugar de la modernidad reproducido
en los diferentes relatos difusionistas. Se ha argumentado, por
ejemplo, que tales relatos son abiertamente eurocéntricos y no se
corresponden con las dinámicas históricas.
Siguiendo esta línea de argumentación, algunos autores han
evidenciado desde análisis históricos concretos que algunos de los
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Partha Chatterjee (1997) pone en evidencia los supuestos coloniales de este
análisis de Foucault y del texto de Kant que sirve de base a su discusión.