Intertexto3.0 -Aniversario | Page 71

LA MUJER EN LA GRECIA HOMÉRICA primitivas ocupan un lugar primordial por sus identificaciones con la fertilidad y la fecundidad. El mismo nombre del dios tiene, en la segunda parte del término, una afinidad con la misma Deméter, de la que en otra sección del trabajo se habló en relación a su evolución desde la Diosa Madre hasta la Virgen de la religión cristiana. En efecto, esta Deméter sería en sus orígenes Damater, o “Mater Da”. Uno de los mitos más antiguos nos los muestra en transfigurados en caballo y yegua, respectivamente, y así habían yacido amorosamente. El caballo tiene también un vínculo con la tierra por la creencia de que de ella habría nacido. Entre los epítetos que caracterizan a este dios del mar, el que más aparece es “el que bate la tierra”, con el cual queda atestiguada su antigua importancia. Por esta razón es que en la Ilíada recrimina la injusticia de Zeus, pues asegura que éste se cree más poderoso de lo que en realidad es, ya que el destino les ha deparado igual proporción en las “partes” que les ha tocado sobre el mundo. Yendo un poco más allá en la lectura de la mitología vemos que en el fondo de la misma se descubre un cambio, en cierto momento, en la concepción de ambas divinidades. En realidad, en un principio habría sido Poseidón mayor que Zeus, pero el padre de ambos, Urano, al tragarlos, es engañado por la madre quien le entrega una piedra en lugar de Zeus; cuando éste logra vencerlo, hace salir de su interior a sus hermanos, convirtiéndose desde entonces en el más grande de los hijos de Urano y Rea. Así pues, los mitos griegos tienen escondidos esos vestigios de un pasado que supuso otros modos de pensar, pero cuyas historias son en ciertos momentos dejados de lado para presentar las características que más se veneran en la sociedad contemporánea. Sin embargo, pareciera que a veces al mismo Homero se le escapan, voluntaria o involuntariamente, datos que nos trasladan a épocas remotas, a la historia de civilizaciones que han precedido su cultura y que, como sucede inevitablemente por la tradición, han logrado con su influencia prolongar en el ideal de la humanidad muchos elementos que tienen que ver el lugar que alguna vez ocupó –con suma justicia, agregamos nosotros– la mujer.