Intertexto3.0 -Aniversario | Page 69

LA MUJER EN LA GRECIA HOMÉRICA las demás polis de épocas más recientes 76 , nada nos impide sospechar que estas mismas instituciones o alguna parte de ellas haya tenido una fuerte presencia en la civilización micénica. De este modo, seguimos viendo que la imagen femenina minoica, más “primitiva” en el sentido de más antigua, pudo haber tenido mucho peso sobre las instituciones micénicas. 3.2. Civilizaciones más antiguas Ante todo este espectáculo de diosas y de su vinculación con la tierra y la naturaleza, cabe preguntarnos: ¿Hasta qué época se remonta este culto? En el año 1900, el arqueólogo inglés Dr. Arthur Evans se apropió de la zona en la que Schielmann había situado la antigua ciudad de Cnosos y comenzó a realizar sus trabajos allí. Entre distintos niveles que abrieron, hallaron, en la mitad inferior del terreno excavado, restos característicos de la Edad Neolítica: ejemplares primitivos de cerámica hecha a mano con sencilla ornamentación lineal, pilones de husos, canillas para hilar y tejer, armas y utensilios de piedra pulimentada y, lo más interesante para nuestro objeto, diosas esteatopigias de esteatita o arcilla pintada. A partir de estos descubrimientos continuaron las investigaciones arqueológicas en distintos sitios y se extendieron a mayores profundidades, llegando hasta las que corresponderían al paleolítico. El hallazgo de representaciones de diosas en esculturas, entre las que se destaca la Venus de Willendorf, demuestra que se veneraba ya hace aproximadamente 20.000 años atrás. Otras Venus de distintos pueblos se han encontrado y en todas se hallan las mismas características exaltadas. Algunas de ellas muestran un rostro impreciso y hasta pies casi inexistentes, pero, en cambio, poseen atributos maternales: vientre abultado y pechos voluminosos. Es evidente que lo que se quiere resaltar en ellas es su capacidad generativa y del mantenimiento de la vida, pues los senos son la fuente de alimento del bebé. Es fácilmente explicable el hecho de que la figura femenina haya sido tan valorada en tiempos tan antiguos como el paleolítico. Cabe la gran posibilidad –hipótesis muy defendida por numerosos estudiosos– de que en los primeros tiempos de la humanidad no se conociera la capacidad de procreación propia del hombre, por lo que la mujer concebía a sus hijos de manera mágica. Esta capacidad de procreación fue un elemento muy alabada por muchas generaciones, como ya vimos, por ejemplo, durante los tiempos minoicos, en donde explicamos que el índice de mortalidad cretense era tan alto que se le daba una particular importancia a la creación de la vida frente a la muerte. Y no solamente ha llegado esta veneración a estas épocas, sino que incluso, en el siglo I a. C., Augusto a la Paz consagró un altar llamado Ara Pacis en el cual aparece la diosa Terra o Tellus con dos niños en el regazo. Durante la prehistoria, las mujeres y los hombres no se distinguían tanto por sus actividades. De hecho, como cabe suponer de antemano frente a estas informaciones, en el ámbito de la religión era especialmente reconocida la mujer. El culto a estas Diosas Madre no se limita únicamente a la procreación humana, sino que se extiende al reino animal y a la fertilidad en la naturaleza. La Diosa Madre era capaz de hacer brotar los frutos de la tierra, dando así la posibilidad de alimentar a los seres vivos. Todo cuanto hay en el mundo era abarcado por la generosidad y el amor maternal de esta primera deidad. 76 Sánchez Varela, op. cit., pp. 3-4.