3. CONTACTOS CON OTRAS CULTURAS
micénico. Dichas figurillas demuestran una vez más la consideración en torno a la mujer, y, a
su vez, deben haber tenido sin duda alguna relación con las deidades que adoraban, lo que
nos lleva, por un lado, a encontrar en ellas algún vínculo con divinidades subterráneas de
tiempos posteriores, y, por el otro, a contemplar el elemento que tal vez más claridad brinde
en nuestro asunto.
Claro está que una valoración tan alta de la mujer, al menos en relación a lo que
comúnmente se ve en la antigüedad, tiene que tener una transposición y un fundamento en el
terreno espiritual. En Creta se puede ver que, al momento de llevar sus ideales a las figuras de
dioses, surge una divinidad con forma y características propiamente femeninas. La diosa
venerada por este pueblo tiene asimismo una fuerte asociación con la Diosa Madre de los
tiempos más remotos. Aquí se nos muestra no en una figura única, sino en una diosa que tiene
múltiples facetas. La primera y más importante sería la “diosa madre con pechos generosos y
amplias caderas, con reptiles que trepaban por sus brazos y su busto y se enrollaban en su
cabello, irguiendo arrogantemente la cabeza” 74 . Teniendo en cuenta que, como afirma Otto,
las primeras divinidades de muchos pueblos deben haber sido representadas en forma de
animales para luego transformarse en figuras antropomorfas rodeadas de ellos o con algunos
de sus rasgos, y considerando que el toro y la serpiente eran alabados por los cretenses, se
puede ver la importancia de esta deidad en la imagen de la serpiente. Tanto ésta como el toro
eran muy estimados por la relación que se les atribuía con la fecundidad. Y es que los
cretenses, notando el alto grado de mortalidad que padecían, sintieron que el único remedio
para combatir la muerte era precisamente su adversario, la vida, y con ella la procreación y la
fertilidad tendría un alto nivel de significación para ellos. Tanto la vaca como el toro eran
también venerados, como vimos en la sección 1., en el mundo micénico.
No obstante, se ha dicho ya que esta diosa no tenía un solo rostro o aspecto. Otro de
ellos, muy significativo para nosotros, tiene que ver con su advocación guerrera. Uno de los
objetos sagrados más significativos para ellos era el escudo, “emblema, probablemente, de la
diosa” 75 . Así volvemos a encontrarnos con Atenea en aquellas esculturas y pinturas de las que
ya hablamos, en las que la divinidad porta un escudo que la cubre casi completamente. Es
evidente que la diosa cretense no estaba solo dedicada a sus labores generativas, sino que
abarcaba una amplia gama de actividades que le eran otorgados por su primera propiedad más
importante, esto es, la generación de la vida y la continuación de la existencia.
Claro que la diosa no estaba sola; tenía un hijo, Velcanos, en quien se ha visto al Zeus
cretense. Éste tenía un lugar mucho más bajo para ellos, pero a medida que avanza la
civilización va cobrando importancia. Veremos en la última parte de este trabajo cómo, a
medida que avanza la belicosidad en términos de valores humanos, el hombre empieza a
acaparar este terreno incluso en sus figuras divinas. No ha podido borrar del todo la
importancia de estas diosas antiguas, pero la preponderancia ya no la vemos en la feminidad.
Por último, cabe agregar un dato que ya hemos adelantado en la nota 23. Si
consideramos que luego de las invasiones dorias las instituciones cretenses se habrían
trasladado a Esparta, donde las mujeres gozan de una estimación mucho más alta en relación a
74
75
Ibid., p. 36.
Ibid., p. 37.