Intertexto3.0 -Aniversario | Page 63

LA MUJER EN LA GRECIA HOMÉRICA torno al rostro de la naturaleza, la cual, como vemos, es maniobrada por Ártemis según sus intereses. En los poemas homéricos, recibe el epíteto de agné, que significa “puro”, “sagrado”, adjetivo con el que solamente distingue, además de Artemisa, a Perséfone, la cual aparece también en el pasaje. Esta última es invocada por la madre de Meleagro, mientras golpea la tierra derramando lágrimas. Vemos, pues, que todo el suceso hace una extensa relación con el reino animal y sobre todo el vegetal: el jabalí, los campos y sus frutos, la tierra, la diosa de la naturaleza y las telúricas, que se hallan bajo tierra y entre las cuales también aparecen las Erinias. Y resulta un hecho significativo que Altea ruegue por la muerte de su hijo a estas deidades, pues en la historia completa vemos, como lo muestra Fénix durante su narración, un paralelo con el héroe máximo de la epopeya, Aquiles. Las figuras de la naturaleza castigan el error involuntario de Eneo, mientras que las subterráneas, los descuidos de Meleagro. Toda la narración ilustra la importancia que debe dársele a estas divinidades femeninas. Son sagradas estas figuras que en tiempos arcaicos también habían conocido estimaciones más altas. Empero seguimos descubriendo huellas de esta pureza y de la magnitud de sus poderes. No obstante, su esencia no revela en la Ilíada únicamente su rol “negativo”, ya que Homero también nos cuenta cómo Argifontes se enamoró de Polimena al verla danzando junto a las ninfas “al son del canto de un coro de Artemisa” 64 . El amor surge aquí potenciado por la magnificencia de la hermosa naturaleza que rodea a la diosa. Ella vive junto a animales, árboles, frutos, y en Ilíada XXI 470 se la denomina “reina de los animales salvajes”. Los cuida como una tierna madre, pero también los caza como alegre corredora y arquera. Al encanto y esplendor de esta naturaleza libre pertenece su belleza. Así pues, teniendo en cuenta estas características, es factible encontrarla también en numerosos símiles que utiliza Homero en incontables versos en relación a la naturaleza y a los animales. Pero sobre todo la podemos ver en el jabalí, el lobo, el toro y el caballo. Éstos últimos tienen particular importancia por razones que veremos entre las líneas que hablarán más adelante de los animales valorados en religiones anteriores. Por su parte, el caballo es, por un lado, conducido “con rienda áurea” 65 , siendo el término “áurea” utilizado en uno de los epítetos de Ártemis; por otro, tiene una fuerte vinculación con Poseidón, que también nos ocupará en renglones posteriores. Y como cazadora, enseñó a Escamandrio a alcanzar todas las fieras que la selva cría en las montañas 66 . Su aporte a lo femenino también abarca la medicina, pues es ella quien junto a Latona cura en la obra a Eneas 67 , previamente salvado por Apolo. En esto podemos ver una virtud femenina de ciertas poblaciones que han reservado para ellas el don y la actividad de la curación. De la mano de Apolo, esta pareja constituye prácticamente una relación de gemelos, salvando las distancias que se apoyan justamente en la cuestión genérica: Apolo empuña el arco para la guerra, mientras que Ártemis lo hace para la caza. Y aun así, en el campo de batalla sus méritos no pasan desapercibidos. 64 C. XVI, vv. 180 ss. C. VI, v. 205. 66 C. V, v. 50 ss. 67 C. V, vv. 445 ss. 65