2. LA MUJER HOMÉRICA
tejido, ésta última menos conocida pero de fundamental importancia para seguir esta línea,
vemos que se unen en ella características de tipo masculino y femenino, pero en su figura
representan fundamentalmente una reivindicación de la fuerza femenina 60 . A diferencia de las
Moiras, que tejen el destino de las personas en la oscuridad –en tanto hijas de la Noche– y no
tienen poder sobre el propio, Atenea no se circunscribe únicamente a la clandestinidad de su
hogar, sino que lucha por salir de este espacio reducido y desenvolverse en otros campos. La
sabiduría en este sentido representaría la luz, en oposición a la oscuridad, que sigue a Atenea
en los sitios físicos y simbólicos 61 de su accionar.
Siguiendo lo dicho en el primer párrafo de este apartado, la asociación de Atenea con
Hera acentúa la importancia femenina en estas dos figuras. Son varias las ocasiones en que
actúan juntas 62 : la segunda planea, discute con Zeus; la primera ejecuta. En estas dos aliadas
podemos ver una unión mujeril en contra del despotismo del pater familias sagrado. Y es nada
menos que la unión entre la diosa representativa de la mujer en el matrimonio, y la que
ostenta el valor femenino sobre las múltiples facetas en que demuestra su habilidad. Madre e
hija desvelan un poder femenino que antaño había sido elevado a sus más elevadas cumbres.
Si Andrómaca no consigue que Héctor desista de la batalla, y éste le recrimina que su
condición de mujer es la que la hace tan débil, Hera, en cambio, sí logra salir victoriosa de
algún negocio con su marido.
Ártemis
Ártemis es, en el mito griego, hermana de Apolo. Ambos representan la libertad desde
la lejanía, pero la diferencia entre ellos se sostiene en la básica distinción de género. La
libertad femenina de Ártemis responde a su carácter de diosa de la naturaleza. Es la naturaleza
virginal, libre, “con su inocente pureza y raro misterio” 63 . Posee un amor maternal y
delicadamente solícito, pero no se trata de la diosa mater de épocas más primitivas. Conserva
su espíritu maternal, pero bajo otras formas. No es la que da vida a todo cuanto hay en el
mundo, sino la que se hospeda en tierras lejanas y cargadas de misterio santo y cruel a la vez.
Otto describe con una expresión muy poética las sensaciones que suscita esta diosa:
Hay un hormiguero de elementos, animales y plantas, una vida innumerable que brota, florece, perfuma el
aire, surge, brinca, salta, aletea, vuela y canta. Una infinidad de simpatía y desunión, emparejamiento y lucha,
tranquilidad y movimiento febril. Y sin embargo todo emparentado, intrincado, llevado por un único espíritu vital,
cuya presencia superior la siente el visitante silencioso con el estremecimiento de lo indescriptible. Aquí, la
humanidad, cuya religión predecimos, encontró lo divino. Lo más sagrado no era la tremenda majestad del íntegro
juez de consciencias, sino la pureza del casto elemento.
Ésta es la esencia de Ártemis, quien en el relato de Fénix citado más arriba, muestra su
semblante sombrío. La diosa, airada con Eneo por no ser tenida en cuenta en las hecatombes
que éste había dedicado a los dioses, hace llegar a sus tierras un jabalí que comienza a derribar
árboles y a destruir todo cuanto se había trabajado en el campo, impidiendo que sigan
creciendo sus frutos. Una vez que logran derribarlo, hace suscitar una contienda entre dos
pueblos que se disputan ahora la piel del animal. Todo lo que ocurre en este episodio gira en
60
Fernández Guerrero, op. cit., p. 10-11.
Físicos: el Olimpo, el campo de batalla; simbólicos: las diferentes tareas en que se desenvuelve.
62
Ver n. 55.
63
Otto, op. cit., p. 65.
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