LA MUJER EN LA GRECIA HOMÉRICA
ya enunciada. Y momentos antes de esto, cuando Odiseo, junto a aquél héroe, asesinen a
Dolón tras un genial embuste de los dos aqueos, ideado por Odiseo, éste ofrecerá de una
manera significativa las armas del troyano a Atenea: “Huélgate de esta ofrenda, ¡oh diosa!
Serás tú la primera a la que invocaremos entre las deidades del Olimpo. Y ahora guíanos hacia
los corceles y las tiendas de los tracios”. Es ella la que guía las ánimas de estos dos guerreros,
la una, de Odiseo, representativa de la prudencia, la otra, la de Diomedes, de la fuerza. Ésta es
la inteligencia práctica que la caracteriza. “Lo que le agrada a Atenea en el hombre, no es la
acometida a golpes, sino la prudencia y dignidad” 54 .
Lo curioso de todo esto es que vemos entonces en Atenea actitudes y tendencias
propiamente masculinas. ¿Por qué sucede esto? Otto 55 presenta, entre otras, dos posibles
respuestas que nosotros rescataremos para esta cuestión. La primera tiene que ver con la
posibilidad de que Atenea haya sido primeramente una diosa “antes de que sus adoradores
manifestaran tan fuertes inclinaciones belicosas como para que necesitaran el apoyo de una
diosa guerrera”. Esta hipótesis es válida y coincide con el desarrollo de las divinidades
femeninas que estudiaremos más adelante, en torno a la historia de la Diosa Madre de las
primeras civilizaciones. La otra radica en la omnipresencia de la diosa y la amplitud de su radio
de acción. El mismo, según Otto, “excede ampliamente el límite del campo de batalla,
comprendiendo todo el dominio de acción clarividente”, lo cual “debe manifestar su
naturaleza femenina”.
Si nos detenemos en este asunto, podemos observar que Atenea no se destaca
solamente por su habilidad en la pelea. Su presencia se puede hallar también en los consejos
que el viejo Néstor le da a su hijo antes de la carrera 56 , durante los juegos en honor a Patroclo:
“El leñador más hace con la habilidad que con la fuerza; con su habilidad el piloto gobierna en
el vinoso ponto la veloz nave combatida por los vientos; y con su habilidad puede un auriga
vencer a otro”. Si bien Atenea no es nombrada directamente aquí, su esencia se ve en el
término “habilidad” (mentis), propia de su espíritu; aunque el carro de Antíloco sea más lento
que los demás, la inteligencia práctica, tan estimada por los griegos, puede hacerlo ganar.
Lo que predomina de la mujer en la figura de Atenea no es la infinidad creadora de lo
masculino, propia de Zeus, ni la distancia también infinita, que es Apolo, sino el cumplimiento
de todas las acciones, la “presencia inmediata”, la claridad y la fuerza unidas para llevar a buen
término cualquier tarea. Eso es lo que aparece en la mujer, esa extremada gracia que a la vez
se vincula con la dureza y la habilidad para realizar todo tipo de quehacer. El discípulo de
Atenea es a la vez su favorito, aquel que logra, con su ayuda, arreglar las vigas de una nave 57 , y
llega por su enseñanza a la maestría 58 . Y, según Aquiles, el mejor elogio de que puede ser
estimada una mujer, además de rivalizar con Afrodita en belleza, es superar a Atenea en
habilidad artística 59 . Si a esta lectura añadimos la interpretación de Fernández Guerrero acerca
de su nacimiento y las cualidades que ella representa, a saber, la sabiduría, la guerra y el
54
Otto, op. cit., p. 37.
Ibid., p. 43.
56
C. XXIII, vv. 315 ss.
57
C. V, v. 61.
58
C. XV, v. 412.
59
C. IX, vv. 380 ss.
55