Intertexto3.0 -Aniversario | Page 58

2. LA MUJER HOMÉRICA “acorralado” entre dos divinidades: la ya mencionada, por un lado, y Hera, por el otro, a quien se suma Atenea. Es casi incompatible que el mismo dios que en otro canto 36 habrá de detallar sin reparos a su esposa las numerosas mujeres con las que ha yacido amorosamente, se vea obligado en otra oportunidad 37 a ocultarle el verdadero motivo de su repentino interés por los troyanos, no obstante la certera sospecha de Hera. Hera Hera es la diosa del matrimonio. En numerosos trabajos se ha analizado su figura en relación a su vínculo matrimonial o prematrimonial con Zeus, intentando descifrar el carácter de esta unión y planteándolo en torno a la idea del matrimonio sagrado por excelencia. Sin embargo, estudios más recientes revisados por Bermejos Barrera 38 desarticulan esta hipótesis demostrando que no hay en esta relación amorosa un prototipo del ideal de matrimonio de los antiguos griegos. Una de las razones se halla en su mayor cercanía a la representación de la sexualidad, y otra, no analizada profundamente en estos trabajos pero que, no obstante, nos interesa más a nosotros, tiene que ver con el rechazo de Hera ante ciertas actitudes del dios. El matrimonio reflejado en esta pareja no se identifica, como bien observa Bermejos Barrera, con el prototipo de pareja de los tiempos griegos. En primer lugar, la principal función del matrimonio consistía en la procreación, la cual en éste no se destaca. Ese es el campo en que más se detiene a investigar Bermejos, relacionando la unión entre los reyes del Olimpo más bien con el puro acto sexual. En segundo lugar, la constante protesta de Hera contra Zeus no se adecúa a la imagen de una esposa fiel en el amplio sentido de la palabra: si lo es en tanto no tiene amoríos con otros seres mortales ni inmortales, no lo es de igual manera en cuanto a ser una simple compañera del esposo que contribuya con la actividad de éste desde un papel pasivo. En la asamblea de los dioses, ella no habrá de reprimirse su odio hacia los troyanos, por lo que insistirá a Zeus para que mande a Atenea a promover la lucha nuevamente, luego de un pacto pacífico que se había ejecutado entre sendos ejércitos, pues el deseo de Hera es destruir la ciudad de Príamo. Por este motivo, en unión con Atenea, acudirá en auxilio de los aqueos y los exhortará para levantar sus ánimos 39 e intentará, más tarde, convencer a Poseidón asimismo para ayudarlos. La lucha de la diosa, por tanto, empieza a hacerse notar desde los comienzos del poema, donde la vemos perfilarse hacia un rol completamente activo. A pesar de la orden de Zeus 40 de que los miembros del Olimpo se abstengan de participar en la contienda de los humanos, tanto Hera como Atenea mostrarán un acto de rebeldía acudiendo al campo de batalla 41 , pues la “injusticia” de aquel estaba desnivelando la balanza en contra del pueblo tan querido por estas diosas. Zeus, sin embargo, lo advertirá y se pondrá furioso con ellas, quienes contendrán su reacción durante la reprimenda. Pero esto no terminará aquí, sino que Hera volverá a intentar favorecer a los aqueos, urdiendo esta vez 36 C. XIV, vv. 315 ss. C. I, vv. 531-552. 38 Bermejos Barrera, José Carlos, Zeus, Hera y el matrimonio sagrado, Polis 1, 1988. 39 C. V, vv. 1 ss. 40 C. VIII, vv. 5 ss. 41 C. VIII, vv. 350 ss. 37