2. LA MUJER HOMÉRICA
“acorralado” entre dos divinidades: la ya mencionada, por un lado, y Hera, por el otro, a quien
se suma Atenea. Es casi incompatible que el mismo dios que en otro canto 36 habrá de detallar
sin reparos a su esposa las numerosas mujeres con las que ha yacido amorosamente, se vea
obligado en otra oportunidad 37 a ocultarle el verdadero motivo de su repentino interés por los
troyanos, no obstante la certera sospecha de Hera.
Hera
Hera es la diosa del matrimonio. En numerosos trabajos se ha analizado su figura en
relación a su vínculo matrimonial o prematrimonial con Zeus, intentando descifrar el carácter
de esta unión y planteándolo en torno a la idea del matrimonio sagrado por excelencia. Sin
embargo, estudios más recientes revisados por Bermejos Barrera 38 desarticulan esta hipótesis
demostrando que no hay en esta relación amorosa un prototipo del ideal de matrimonio de los
antiguos griegos. Una de las razones se halla en su mayor cercanía a la representación de la
sexualidad, y otra, no analizada profundamente en estos trabajos pero que, no obstante, nos
interesa más a nosotros, tiene que ver con el rechazo de Hera ante ciertas actitudes del dios.
El matrimonio reflejado en esta pareja no se identifica, como bien observa Bermejos
Barrera, con el prototipo de pareja de los tiempos griegos. En primer lugar, la principal función
del matrimonio consistía en la procreación, la cual en éste no se destaca. Ese es el campo en
que más se detiene a investigar Bermejos, relacionando la unión entre los reyes del Olimpo
más bien con el puro acto sexual. En segundo lugar, la constante protesta de Hera contra Zeus
no se adecúa a la imagen de una esposa fiel en el amplio sentido de la palabra: si lo es en tanto
no tiene amoríos con otros seres mortales ni inmortales, no lo es de igual manera en cuanto a
ser una simple compañera del esposo que contribuya con la actividad de éste desde un papel
pasivo.
En la asamblea de los dioses, ella no habrá de reprimirse su odio hacia los troyanos,
por lo que insistirá a Zeus para que mande a Atenea a promover la lucha nuevamente, luego
de un pacto pacífico que se había ejecutado entre sendos ejércitos, pues el deseo de Hera es
destruir la ciudad de Príamo. Por este motivo, en unión con Atenea, acudirá en auxilio de los
aqueos y los exhortará para levantar sus ánimos 39 e intentará, más tarde, convencer a
Poseidón asimismo para ayudarlos. La lucha de la diosa, por tanto, empieza a hacerse notar
desde los comienzos del poema, donde la vemos perfilarse hacia un rol completamente activo.
A pesar de la orden de Zeus 40 de que los miembros del Olimpo se abstengan de
participar en la contienda de los humanos, tanto Hera como Atenea mostrarán un acto de
rebeldía acudiendo al campo de batalla 41 , pues la “injusticia” de aquel estaba desnivelando la
balanza en contra del pueblo tan querido por estas diosas. Zeus, sin embargo, lo advertirá y se
pondrá furioso con ellas, quienes contendrán su reacción durante la reprimenda. Pero esto
no terminará aquí, sino que Hera volverá a intentar favorecer a los aqueos, urdiendo esta vez
36
C. XIV, vv. 315 ss.
C. I, vv. 531-552.
38
Bermejos Barrera, José Carlos, Zeus, Hera y el matrimonio sagrado, Polis 1, 1988.
39
C. V, vv. 1 ss.
40
C. VIII, vv. 5 ss.
41
C. VIII, vv. 350 ss.
37