Intertexto3.0 -Aniversario | Page 56

2. LA MUJER HOMÉRICA impulsos, este hecho resulta chocante. Una situación similar se ve en la fidelidad de Héctor hacia Andrómaca, conducta que parece ser venerada o, al menos, digna de simpatía en Homero. Asimismo, si bien el general de la obra parece reflejar una función pasiva de la mujer, algunos casos muestran una actividad mayor que correspondería más bien a la de un hombre. Es el caso de que sea Hécabe quien se encargara de dirigir las rogativas a Atenea en Troya para salvar la ciudad 28 , o el de Helena, al pasearse libremente por las calles de la misma, momentos antes de entablar conversación con los ancianos del pueblo. En el palacio de Príamo conviven sus hijos e hijas con sus respectivas parejas, lo cual es inexplicable bajo la lógica patriarcal, según la cual la reciente esposa debe mudarse al hogar del marido. Un caso particular lo representa el episodio de Meleagro, narrado por Fénix en ocasión de convencer a Aquiles de deponer su ira 29 . Es singular por dos motivos: por una parte, confluyen en él la acción de varias figuras femeninas, dos divinas y dos mortales; por otra, el accionar de una de ellas consiste en un acto simple pero, a la luz de una lectura entre líneas, muy simbólico. Ambas cuestiones serán desarrolladas más adelante, pero podemos adelantar aquí el relato y un breve comentario sobre él. Cuenta Fénix que, en un tiempo “antiguo”, Ártemis, airada con Eneo por ser la única deidad a quien éste olvidó consagrar sus sacrificios, promovió una contienda entre curetes y etolos: envió un jabalí a instigar los campos, a quien mató Meleagro, el hijo de Eneo, y luego enfrentó estas dos tribus en torno a la piel del animal. Meleagro, que ofrecía una fuerte resistencia, se retiró del combate irritado por las imprecaciones de su madre, pues el muchacho había matado al hermano de la mujer. Ésta “oraba mucho a los dioses, y puesta de rodillas y con el seno bañado en lágrimas, golpeaba mucho el fértil suelo invocando a Hades y a la terrible Perséfone para que diera muerte a su hijo”. La Erinis la oyó y les dio entonces la ventaja a los curetes, por lo que sacerdotes, familiares y amigos rogaron al joven volver a la batalla. Pero la única que pudo convencerlo, aun sin ofrecerle los espléndidos regalos que los demás le hacían, fue su esposa. Como vemos, protagonizan la historia cuatro personajes femeninos: Ártemis y Erinis, entre las deidades; Altea y Cleopatra, esposa de Meleagro, entre las mortales. Comencemos haciendo hincapié en que es una diosa la que provoca todas las escenas que seguirán, y la que luego volverá a hacerse presente. Más adelante, en torno a una rogativa humana, aparece la Erenia, en quien nos detendremos en otro momento del trabajo. Las acciones de las mujeres también son importantes: una es la que atrae la derrota hacia su propio pueblo; pero, contra el prejuicio de que esto solo mostraría una visión de la mujer como fuente de males, la otra es la que la aleja. La acción de la segunda adquiere importancia tras el intento fallido de muchas personas antes que ella. En el acto de la primera nos detendremos un instante. Es justamente bajo la tierra donde moran las Erinas, emparentadas con una diosa madre que, en tiempos también “antiguos”, habría sido venerada como la mayor de las divinidades. A su vez, la tierra, que Altea golpea, está relacionada con esta deidad de las religiones telúricas, que reciben este nombre por la importancia de la tierra y su fecundidad, 28 29 Homero, IlÍada, C. VI, 297 ss. VER TEANO, PAG 206 Ibid., C. IX, vv. 430-600.