1. Contexto homérico
a nadar, a labrar los campos, a armar trampas, a manejarse con los animales, a usar el arco y la
lanza y a protegerse de cualquier peligro que pudiera existir en esa vida casi salvaje. El hijo
mayor era quien, en ausencia de su padre, se convertía en el jefe de familia, una vez llegada la
edad adulta. Al casarse, la mujer ingresaba a la casa de su padre.
Eran, en general, una sociedad primitiva que se dedicaba con frecuencia a la piratería y
tenían una “afición” por el asesinato, características que se comprenden teniendo en cuenta
los tiempos de precariedad que corrían por ese entonces, en donde se vivía “en un mundo
desordenado, hambriento y atormentado, en el que cada cual ha de ser su propio policía, con
las flechas y el dardo siempre a mano y con una enorme capacidad para ver correr la sangre sin
inmutarse”. Los actos honrados eran síntomas de un espíritu débil, mientras que la virtud
suprema consistía en tener una inteligencia valiente y cruel. “La virtud es, etimológicamente,
virtus, virilidad, areté, la cualidad de Ares” 19 .
Hacia el 1104 a. C. los aqueos fueron, a lo que parece, conquistados por los dorios, un
pueblo de guerreros de gran corpulencia e incultos, que dieron fin a la Edad del Bronce y
trajeron consigo la del Hierro, material cuyo manejo les dio un gran poderío frente a los
aqueos, micénicos y cretenses. Desde su invasión, todos los ámbitos del mundo preexistente
en estas tierras fueron gravemente alterados: el orden político, la cultura, el comercio, las
artes. Sin embargo, no todo se perdió. Así como los aqueos se habían fundido previamente con
los micénicos, los dorios se mezclaron también con estos pueblos. De este modo, en el
entrecruzamiento entre los nuevos aqueos y dorios, más fuertes y vigorosos, con las antiguas
civilizaciones, más delicadas y refinadas, se produjo un pueblo en que aparecieron mezclados
elementos mediterráneos, alpinos, nórdicos y asiáticos. En todo esto, ni la cultura micénica,
con su orden social y de gobierno, su arte, sus costumbres y rutas comerciales, sus formas y
objetos de culto, sus formas arquitectónicas; ni la cretense, con sus instituciones que habrían
pasado, según la tradición griega, a Esparta 20 ; ni la aquea, con su asamblea que luego sería
esencial para la estructura de la Grecia democrática, fueron totalmente destruidas. “No hay
que considerar a la cultura griega como un luminar que aparece de modo súbito y milagroso
en medio del mar oscuro de la barbarie; antes bien hemos de concebirla como la creación
lenta y complicada de un pueblo con una herencia rica en sangre y recuerdos, cercado por
hordas guerreras, amenazado por imperios poderosos e instruido por viejas civilizaciones” 21 .
En esta “herencia rica en sangre y recuerdos” vemos la culminación de distintos modos de
concebir la realidad y, dentro de ella, a la mujer. Mientras las “hordas guerreras” muestran el
reflejo de sociedades patriarcales que presentan estas relaciones con ella, los “recuerdos” nos
informarán sobre las religiones anteriores que
19
Ibid., p. 91.
Coincidencia o no, Creta será, más adelante, uno de los argumentos que tendremos para sostener que
ha habido influencia de sociedades matrilineales en los pueblos que participan de la guerra de Troya
homérica; y Esparta, a su vez, es la única polis de la Grecia Histórica en la que las mujeres cumplen un
rol diferente en la sociedad, lejos de la perspectiva patriarcal de las demás.
21
Ibid., p. 111.
20