LA MUJER EN LA GRECIA HOMÉRICA
fundido en uno solo. Lentamente, a medida que avanzaba el proceso de fusión, la civilización
egea desaparecía, muriendo en la derrota de Troya, y alboreaba la civilización griega” 16 .
Podemos afirmar con seguridad algunos datos concretos sobre el pueblo aqueo. Entre
los distintos aspectos de la vida, le daban particular importancia a las cuestiones físicas: los
hombres debían ser altos y fuertes y las mujeres más bellas eran las más preciadas. La
literatura era para ellos una práctica degenerada y afeminada, siendo los cantos marciales su
único conocimiento sobre este aspecto. Las mujeres usaban aceites para ungirse el cuerpo al
igual que Paris, una de las características que hacen de él un hombre afeminado, digno de ser
instigado con injuriosas palabras cuando, por ejemplo, hiere de lejos con el arco en lugar de
luchar cuerpo a cuerpo. La tierra pertenecía a la familia o al clan, siendo administrada por el
padre. Los hombres trabajaban la tierra y podían ser herreros, talabarteros, albañiles,
carpinteros, ebanistas, pero no se avergonzaban de atender por sí mismos sus necesidades y
realizar tareas manuales, sino que, al contrario, un rey local podía llegar a construir su lecho y
distintos objetos para utilizar en el hogar. La mayoría de los esclavos eran sirvientas que
llevaban a cabo tareas domésticas pero que no tenían una condición inhumana.
La cultura aquea se basaba en un despotismo patriarcal. El padre de familia, como ya
se ha dicho, era el jefe del clan y ejercía el supremo poder, pudiendo tomar las concubinas que
quisiera, ofrecerlas a sus huéspedes, exponer a sus hijos en las cimas de las montañas para que
mueran, sacrificarlos en los altares de los dioses, etc. Esto, según Durant 17 , testimonia la
precariedad de su organización social, causa que forzaba a la familia a otorgar estos dones
supremos a un integrante de la misma. A medida que esa organización social fue creciendo, en
modo inverso fue bajando la autoridad del padre y, a la vez, emergiendo la libertad y el
individualismo.
Más allá de esta estructura patriarcal, los poemas épicos son testimonios de una
posición de la mujer superior a la que conocieron las de tiempos posteriores de Grecia. Esto
puede verse, según Durant 18 , tanto en las leyendas como en los poemas épicos, en diferentes
personajes femeninos que hasta llegan a alternar con los varones en pláticas. Tanto es así que
la figura de Helena cobró tal magnitud que sirvió para dar una faz poética a un episodio bélico
enorme como lo fue la guerra de Troya, la cual en realidad se emprendía por razones
comerciales y de territorio: “la mujer le infundió alguna cortesía e idealismo y cierta dulzura en
sus maneras”.
En un matrimonio, la mujer desempeña el rol de ama de casa y cuanto mayor sea el
número de sus hijos, más grande será su prestigio. Éste se mide también por la fidelidad,
ejercicio que no debe seguir en cambio el hombre. Entre las actividades propias de la mujer se
contaban el moler el grano, cardar la lana, hilar, tejer y bordar, además del cuidado de sus
hijos, a quienes curaba sus heridas, sosegaba sus querellas y enseñaba los usos y las
tradiciones de la tribu; no eran la escritura y la lectura parte de estas enseñanzas, sino las artes
domésticas a las jóvenes y las de la guerra, la caza y la pesca a los varones; también aprendían
16
Durant, Will, La vida en Grecia, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1960, p. 75. Publicada por
primera vez en 1945.
17
Durant, op. cit., p. 92.
18
Ibid., p. 92.