plano perlocucionario, es decir en lo que reconoce la sociedad en el enunciado. Por otro lado,
la ideología que se busca presentar se visualiza en el enunciado a través de huellas de
enunciación reconocidas en modalidades como la forma imperativa “cambiemos”, en la
referencia deíctica “ellos y nosotros” y en los subjetivemas “felicidad-alegría-cambio”.
Es claro que el discurso político y mediático para afianzar la posición del sujeto enunciante
crea un enemigo y construye una realidad. Entonces, nos preguntamos ¿el discurso político
miente? Para responder, recordamos a Durandin en La mentira en la propaganda política y en la
publicidad quien señala que la publicidad y la propaganda recurren frecuentemente a la mentira
ya que su papel es el de ejercer una influencia, manipulando signos, y solo accesoriamente
brindan informaciones, porque lo que buscan es modificar la conducta de las personas a
través de la persuasión y sin parecer forzarlas. Lo que se dice o no se dice depende
principalmente del efecto que se busca producir y es evidente que es más fácil engañar a una
población poco informada que a otra bien informada. Nuestras decisiones y nuestras
conductas están determinadas por dos grandes clases de factores: por un lado, nuestros
deseos, y por el otro, las informaciones con que contamos en lo referente a los medios
adecuados para cumplir estos deseos.
No olvidemos que la campaña previa y pos elecciones de Cambiemos está a cargo de Jaime
Duran Barba, consultor de imagen, asesor político ecuatoriano y autor de El arte de ganar
quien dio nombre a “Cambiemos” justificando que “el cambio es lo único que permanece
en la sociedad actual”. El publicista se transformó poco a poco en una figura central del
poder medial y político, que logró crear un candidato político ganador, exitoso y popular
“Macri presidente”. Esta tarea no fue simple porque el candidato tenía una historia en nuestro
país signada por la derecha, la educación privada, las empresas, la fortaleza económica
heredada, el futbol, la noche y la farándula. Para ello, le creó un nuevo contexto en el que
tuvo en cuenta: el vestuario (lo sacó del espacio empresarial de la corbata para ubicarlo junto
a la gente común), una presencia física amena y comunicativa (desapareció el eterno bigote
de Macri y tomó clases de oratoria para mejorar la comunicación), una familia (esposa e hija
menor que se transformaron en el recurrente marco del candidato en las postales de la prensa)
un opositor a su medida (Massa, que no es el verdadero opositor en las urnas) una ocupación
(la política) y hasta un nuevo entorno (Margarita Barrientos, gestora del comedor popular
“Los Piletones”, reemplazó a los poderosos que habitualmente lo acompañaban)
Si retornamos a Durandin, podemos observar algunos tipos de “embaucamientos” utilizados
por Barba una vez que se logró la presidencia, es decir que se siguió haciendo campaña
después de haber obtenido el poder ejecutivo:
Realizar acciones con el fin de disimular las verdaderas acciones que se están preparando
(cada vez que se presenta una medida antipática todos los medios hablan de la detención
por corrupción de algún miembro del gobierno anterior)
Realizar acciones reales para despistar a la espera de efectos psicológicos (habitualmente
miembros importantes del gobierno, inclusive el presidente, caminan el país y tocan
timbres al azahar para escuchar las necesidades de los ciudadanos)
Organizar manifestaciones que parezcan espontáneas acompañadas de mentiras verbales
(el “sinceramiento” se montó como un espectáculo que ocultó la devaluación)
Inducir al adversario provocándolo para que cometa actos negativos (se provoca con
acusaciones a miembros del gobierno anterior, particularmente a la expresidenta, pero a
su vez se los invita al diálogo, cuando responden se los cataloga en forma negativa como
incapaces de dialogar)
8