Instituto Mexicano de Economía del Comportamiento CONTRIBUCIONES CONTRA LA CORRUPCIÓN | Page 7

Otros dos experimentos centrados en la cultura como foco de atención para explicar el comportamiento corrupto fueron conducidos por Barr y Serra (2010). En el primero de ellos participaron casi 200 estudiantes de Oxford. Dos tercios provenían de 33 países distintos, el tercio restante eran de origen británico. Esta investigación encontró que aquellos estudiantes universitarios cuyos países de origen eran clasificados como relativamente corruptos por el IPC también eran más proclives a mostrar comportamientos corruptos. Esta correlación positiva entre el nivel de corrupción en el país de origen y el comportamiento en el laboratorio no es consistente para los estudiantes de postgrado. Los autores justifican este hecho debido a que los estudi- antes de postgrado han vivido durante más tiempo en el país y los diferentes procesos de selección universitarios pueden haber distorsionado los grupos, lo que llevaría a obtener distintos resultados para los estudiantes de grado y los de postgrado. Barr y Serra (2010) realizaron una ligera modificación del experimento anterior en el que también se encontró una correlación positiva entre el nivel de corrupción en el país de origen y la propensión a involucrarse en actividades corruptas en alumnos de grado en Gran Bretaña. De nuevo, el resultado no se observa en estudiantes de post- grado. Un análisis más intensivo encontró que cuanto más tiempo habían permanecido en Inglaterra, menor era su propensión a involucrarse en actividades corruptas. Los autores se interesaron en el método de financiación de sus estudios para investigar si había un problema de autoselección, presuponiendo que aquellos estudiantes extranjeros cuyos estudios habían sido financiados por su propia familia tenían mayores probabilidades de ser cor- ruptos que aquellos financiados por becas y depósitos bancarios. No se encontró evidencia en este experimento para sostener tal hipótesis por lo que los autores concluyen que la socialización y normas culturales influencian el nivel de corrupción. Alatas et al (2009) llevaron a cabo un experimento en Indonesia con dos grupos de participantes de distintas car- acterísticas. Por un lado estudiantes y por otro funcionarios con cargos públicos. Utilizaron el mismo planteamiento que el experimento de Cameron et al. (2009) para estudiar sujetos dentro del mismo país pero de dos grupos con características dispares. Los resultados de este estudio demostraron que los estudiantes que actuaban como empresas, tienden a ofrecer más sobornos que los funcionarios con cargos públicos que actuaban como empresas. Los estudiantes que actuaban como funcionarios también eran más proclives a aceptar los sobornos que los funcionarios con cargos públicos. Sin embargo, entre los dos grupos no se encontraron diferencias significativas en cuanto a la frecuencia del castigo a las actividades corrup- tas. Alatas et al (2009) desarrollaron un experimento para investigar si existía un riesgo de autoselección; es decir, si aquellas personas más proclives a ser corruptas tenían más probabilidades de acabar escogiendo como carrera profesional la de funcionario público. Para ello se presentó un cuestionario a los estudi- antes entre los que, entra otras preguntas, se les pedía que describieran sus inquietudes profesionales. Resultó que aquellos estudiantes que especificaron que querían centrar su carrera profesional para el gobierno no se com- portaron de forma distinta al resto de estudiantes. Sin embargo sí había diferencias estadísticamente significativas respecto al comportamiento de las personas que ya se dedicaban a ello (cargos públicos) demostrando actitudes menos proclives al comportamiento corrupto. Es por ello que los autores concluyen que las diferencias se deben al impacto de la experiencia laboral en el mundo real sobre el comportamiento. Según esta hipótesis, aquellos funcionarios públicos que observan corrupción a menudo en el trabajo son meno- res tolerantes ante actitudes corruptas.