El análisis de la información recolectada a través de las herramientas psicosociales a los familiares de las víctimas permite evidenciar:
-Una prevalencia del 79% de víctimas de violaciones a los DDHH e infracciones al DIH en el género masculino, sobre un 21% del género femenino. Mientras que el 93% de los familiares de las víctimas entrevistadas pertenecían al género femenino, esta participación mayoritaria de mujeres en el proceso y actividades de víctimas se puede presentar por la predominancia del paradigma cultural de “los hombres no lloran”.
-Posterior a los hechos victimizantes, las familias quedaban desprotegidas económicamente debido a que el 85% de las víctimas fatales cumplían las veces de ser el principal sustento de su hogar. Sumado a esto, el nivel académico que presentan 72% de los familiares no supera la formación básica primaria, que junto al estigma social disminuyó la posibilidad de conseguir un empleo digno que ayudara a mejorar su situación económica, al punto que en la actualidad el 92% de ellas son de bajos recursos. Por ejemplo, el 73,3% no cuenta con todos los servicios públicos domiciliarios.
-Respecto al impacto familiar, el 42% de los hogares se desintegró después de la victimización; como resultado del miedo, la falta de recursos económicos, por la estigmatización social y el no soportar el estar en el lugar donde ocurrieron los hechos.
-En relación de las afectaciones psicológicas de las personas que recibieron el acompañamiento psicosocial, el 67% presentan duelo no resuelto o para algunos casos un duelo ambiguo, demostrando cronicidad de la sintomatología. El 33% restante utilizó dos estrategias de afrontamiento; primero, a través de acciones judiciales que les permiten vislumbrar la posibilidad de hallar la verdad y la justica, segundo, por medio de creencias religiosas que se sustentan en dos aforismos: “Dios como ser justo proporcionará la justicia que el hombre no es capaz”, y “hay que confiar en Dios, él sabe cómo hace sus cosas”.
-Las afectaciones relacionadas a la ansiedad pueden presentarse de manera simultánea con lo anterior, exponiendo a los individuos a episodios donde se generan alteraciones del estado de ánimo, que en algunas ocasiones se presenta por periodos específicos, como en cumpleaños, aniversarios y otras fechas especiales. Estos picos se ven marcados profundamente en los familiares de desaparición forzada, generando comportamientos desadaptativos en relación al desarrollo de su vida cotidiana.
El análisis por composición etaria de los familiares de víctimas de graves violaciones a los DDHH e infracciones al DIH, muestra que el 53% es población mayor de 60 años. Por lo tanto, el precario avance hasta la fecha en las investigaciones o la no apertura de las mismas, conlleva que en un alto grado de probabilidad muchos de estos familiares no podrán ver la justicia o saber la verdad de lo ocurrido.
Después de tanto tiempo, las familias esperan resolver todo lo enmarañado que rodeó los hechos victimizantes que vivieron sus seres queridos, crímenes presuntamente de Estado. Afectaciones que permanecen en el presente de las familias y de su círculo cercano como carga invisible que han llevado durante años y que solo los deja esporádicamente cuando tienen una pequeña luz de esperanza, sea de encontrar a su familiar o a los responsables. Es necesario reconocer que el Estado ha olvidado la dimensión humana de las víctimas.