INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 40

Eduard Ludwig espiaba en las fábricas alemanas de aviones Junkers y Dornier; Theodor Pech extraía secretos sobre la producción de vidrio a prueba de balas, en Aquisgrán, etc., etc. Una de las primeras fábricas que descubrió el saqueo, o sea la IG-Farben, organizó un cuerpo de detectives privados en Leverkusen, y poco después llego a descubrir que los soviéticos ya habían infiltrado a una secretaria en esos servicios de protección, con objeto de averiguar quiénes les seguían los pasos. El Tratado de Rapallo fue un magnífico negocio para la. URSS, pues gracias a él logró rehacer sus cuadros de instructores militares, crear nuevas fábricas y recuperar muchos años que llevaba de atraso en el campo de la técnica. En cambio, para Alemania fue una trampa; una pérdida de capital, de enseñanzas y de tiempo. Pero además, y esto resultó a la larga mucho más grave, al amparo del Tratado de Rapallo y utilizando los contactos directos que este implicaba, se introdujo en el Ejército Alemán una célula de Infiltración que al correr el tiempo desempeñaría un papel de extraordinaria importancia. Era muy pequeño el número de sus integrantes, pero su ubicación les confería una virulencia letal. El Tratado de Rapallo, con sus consecuencias, que se prolongaron durante más de 20 años, fue posible sólo por la Infiltración Mental que lo presentó como benéfico para Alemania. DE EE.UU. TAMBIÉN SACARON PROVECHO. El mismo sistema que el mando soviético practicó en Alemania con tan buen éxito, lo puso en marcha en Estados Unidos, donde ya existía un grupo de magnates (no americanos) que habían subvencionado a la revolución soviética desde antes que triunfara. La Standard Oil Company, de John David Rockefeller (nacido en Estados Unidos aunque racial y espiritualmente no-americano) envió técnicos y capital para modernizar las explotaciones petroleras de la URSS. Averell Harriman (americano sólo por haber nacido en EE.UU.) envió también capital y peritos a la URSS para impulsar las explotaciones mineras. (Después Harriman hizo carrera política con Roosvelt y Truman). Los no-americanos, infiltrados en las finanzas o en la política americana, y los no- rusos encumbrados en el régimen soviético eran la misma cosa. Para los industriales auténticamente americanos entraba en juego la Infiltración Mental: "la URSS está cambiando"; “si se le ayuda con capital se le podrá influir"; "el comunismo se va diluyendo y desaparecerá si tendemos puentes hacia él"; "dejar solo a Lenin es arrojarlo en brazos de los más radicales"; "invirtiendo en Rusia se influir sobre Rusia"; "invertir en Rusia es un buen negocio", etc., etc. 40