INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 254
Rommel no quería la derrota de Alemania. Temía el triunfo del comunismo. Y
precisamente con base en estos sentimientos la infiltración le deslizó la idea de
que, si se eliminaba a Hitler, los aliados occidentales prescindirían de su exigencia
de “rendición incondicional” y Roosebelt y Churchill ayudarían a Alemania a
continuar la lucha contra el bolchevismo. A Rommel le pareció que sus
informantes eran de buena fe y bien interesados, gracias a los contactos que
mantenían con el extranjero.
No se puede ser especialista en todo. Rommel era hábil en la lucha de tanques y
en la batalla contra el enemigo abierto, identificado, franco, y no pudo distinguir las
acechanzas de los doctores Stroelin y Goerdeler. Al igual que Rommel, otros
generales, como Von Kluge y Stüepnagel, llegaron a creer que si Hitler era
eliminado, Roosebelt y Churchill se unirían a Alemania para acabar con la
amenaza comunista.
Los infiltrados inducían esa falsa idea, pero ellos sabían perfectamente cuál era la
situación. Uno de ellos, Fabián von Schlabrendorff, dice: "Sabíamos a través de
nuestros contactos clandestinos con países extranjeros, que podíamos esperar
pocos cambios en las actitudes de aquellos países en guerra con Alemania,
incluso en el supuesto de un derrocamiento del régimen nazi y la creación de un
Gobierno anti-Hitler". (1)
Ellos sabían perfectamente a dónde iban y lo hacían con plena conciencia.
Por su capacidad técnica, por su valor, por su inventiva que sabía improvisar
maniobras en medio del combate, el mariscal Rommel había sido nombrado
comandante de las tropas que guarnecían la costa francesa, en previsión de un
desembarque aliado. Actuaría bajo la supervisión del mariscal Von Rundstedt.
Lo que no podían adivinar Hitler, ni nadie en el Alto Mando, era que Rommel sufría
ya una escisión mental. Guderian, Manstein y otros generales habían rechazado
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