INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 252

Entre otras razones secundarias, por eso Lenin se refugió en Ginebra. Y por eso ahí se estableció la Liga de las Naciones y ahí se han efectuado otras muchas reuniones internacionales de fines secretos.
Durante la segunda guerra mundial, Suiza aparentó ser neutral, pero en realidad estaba colaborando con las URSS. Cuando la Gestapo localizó en 1943 a varios miembros de la red que recibía secretos desde Alemania y los retransmitía al Kremlin, la policía suiza entró al " quite " y encarceló a los agentes rojos Edmond Hammel, a su esposa Olga, a Margarita Bolli y a Alexander Foote. Este último conocía las claves secretas y operaba la radio. De esa manera la policía suiza impidió que la Gestapo llegara hasta la cabeza de la red, que siguió trabajando en Ginebra, con conocimiento del servicio secreto suizo.
Sin embargo, cinco meses después los agentes de le Gestapo localizaron a dos amigos de Foote, o sea a los israelitas Christian Schneider y Rachel Duebendorfer. Siguiéndoles los pasos vieron que frecuentaban a un librero de Lucerna. Averiguaron que éste procedía de Berlín y que era enemigo del III Reich. Ese " librero " era nada menos que Rudolf Roessler, el contacto directo del Movimiento de Infiltración que operaba en Alemania. Ese " librero " recibía los informes militares alemanes y hacía que fueran retransmitidos a la URSS.
Por fin la Gestapo había llegado hasta el punto más alto del grupo de agentes que desde Ginebra mantenía a Moscú al corriente de los secretos alemanes. Por fin, después de dos años y nueve meses de haber descubierto que existía una fuga de secretos, la Gestapo lograba localizar a todos los que recibían esos secretos en Ginebra y en Lucerna. lncluso a Roessler, que era el jefe. La captura de cualquiera de ellos podía dar la pista segura para descubrir a quienes enviaban los secretos desde Alemania.
En ese momento, al localizar la Gestapo a Christian Schneider, a Rachel Duebendorfer y a Rudolf Roessler, el destino estuvo a punto de dar un viraje.
Pero en el último minuto la policía secreta suiza le sacó el triunfo de la bolsa a la Gestapo. La policía suiza conocía perfectamente las actividades del grupo de Roessler, al cual venía dándole protección. Varios agentes suizos hacían guardia a cierta distancia de las casas de Roessler, de Christian Schneider y de Rachel Duebendorfer. Cuando esos agentes notaron que presuntos espías de la Gestapo ya rondaban tales domicilios, temieron que en cualquier momento los valiosos agentes prosoviéticos fueran secuestrados o asesinados. Si la Gestapo lograba secuestrar a alguno de ellos, podría conseguir datos para descubrir el Movimiento de Infiltración que operaba en los altos círculos de Berlín.
Con objeto de impedir tal cosa, la policía secreta suiza detuvo el 9 de mayo a Rudolf Roessler, a Schneider, a Rachel Duebendorfer, a la hija de ésta, Tamara, y a su amante Paul Boetcher, y los llevó al lugar más seguro de Lausana, o sea a la prisión principal. Ahí los instaló en celdas con toda clase de comodidades y
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