INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 198

Pero ni los que morían ni los que sufrían la agonía de un combate casi sin esperanzas, podían imaginarse que aquella terrible trampa había sido en gran parte levantada por "compañeros" que llevaban el mismo uniforme. Por jefes que ocupaban altos puestos, allá, en la retaguardia, en Berlín, a 2.500 kilómetros del frente. Por su parte, los del Movimiento de Infiltración veían que su prolongada labor tomaba al fin forma en un gran triunfo, concreto y visible. Veían que el mando comunista aprovechaba ciento por ciento los secretos que se le entregaban. Los conjurados del servicio de transmisiones del alto mando, encabezados por los generales Olbricht y Fellgiebel, daban a conocer a Moscú (vía Ginebra) los mensajes que llegaban de Von Paulus para Hitler y viceversa. Friedrich Lenz dice en “Stalingrado, la Victoria Frustrada”, que “la batalla se perdió por la incapacidad de algunos generales, por el sabotaje y por la traición, no menos que como consecuencia de la actividad de espionaje llevada acabo por las capillas rojas.” El último día del año ya había siete ejércitos soviéticos que cercaban al 6º ejército. Simultáneamente hicieron un insólito festejo a las doce de la noche, disparando todos sus cañones, morteros, antiaéreos, ametralladoras y fusiles. “Los disparos de hostigamiento – dice Joachim Wieder – dibujaban en el cielo un círculo gigantesco: la línea de nuestro cerco. De esta manera el adversario nos ponía ante los ojos una prueba de su superioridad y, seguro ya de su triunfo, nos mostraba la cárcel de la que no podríamos evadirnos. De una manera innegable veíamos dibujados en el aire, alrededor de nosotros, los férreos barrotes de la redonda jaula en la estábamos encerrados y donde tenía que decidirse el destino final de nuestro ejército.” El 6º ejército estaba inmovilizando a muy grandes fuerzas soviéticas que habían contado con doblegarlo rápidamente, avanzar hacía el suroeste y copar a los tres ejércitos alemanes que operaban en el Cáucaso (1º, 4º y 17º, con un millón de hombres). Eso dejaría el camino libre para recuperar toda Ucrania. Los otros dos sectores del frente alemán tendrían que replegarse. Simultáneamente con la ofensiva armada, la propaganda comunista hacía esfuerzos para que el 6º ejército capitulara cuanto antes. Durante varias semanas utilizó magnavoces para que hablaran comunistas “alemanes” como Erich Wennert (presidente del Comité nacional de Alemania Libre), el israelita alemán Walter Ulbricht (posteriormente jefe de la media Alemania comunizada), Willy Bredel y algunos más, que colaboraban con el comisario Nikita Krushev. En sus discursos exhortaban a las tropas alemanas a rendirse prometiéndoles que se les trataría bien y que se les permitiría ir a cualquier país e incluso regresar a Alemania cuando esta quedara “liberada”. Por una parte Ilya Ehrenburg (Jefe no ruso de la propaganda en la URSS), excitaba a las tropas soviéticas diciéndoles que no tuvieran compasión con las 198