INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 169
El-"Afrikakorps" perdió casi todo lo que había ganado y retrocedió 500 kilómetros a
través del desierto.
El nuevo año de 1942 encontró a Rommel cerca del punto de partida del año
anterior, tratando de reabastecerse.
Pero había aprendido algo nuevo: que los más grandes secretos eran traicionados
de algún modo misterioso. Y entonces esparció el rumor de que iba a continuar su
retirada, hizo quemar casas en Marsa el Brege, para acreditar esa versión, y sin
dar aviso ni a Roma ni a Berlín, lanzó una nueva ofensiva.
Rommel consideraba que la batalla en el desierto debía conducirse como en el
mar, en una fluida guerra de movimientos, y que para eso necesitaba acudir
personalmente e todos los puntos críticos. Los ingleses, en cambio, se ajustaban
al viejo cartabón de mandar desde atrás, atenidos a los partes de novedades, que
frecuentemente no daban una idea exacta de lo que estaba ocurriendo a cada
instante. La lucha en el desierto tenía cambios más rápidos que en las superficies
con ríos, carreteras, bosques y montañas.
En los dos primeros días de ofensiva Rommel destrozó gran parte de las fuerzas
blindadas británicas y continuó adelante. A veces se presentaba en sus propias
vanguardias y las alentaba; a veces ayudaba a desconectar minas, pues había
sido oficial experto en esa rama durante la primera Guerra Mundial.
En el desierto tuvo auge especial el uso de minas. Cuando los ingleses
retrocedían dejaban grandes extensiones minadas. También conectaban minas a
las perillas de las puertas de los edificios abandonados, en los cajones de los
escritorios, entre bultos de víveres, etc. Esa táctica daba mucho que hacer a los
batallones de zapadores alemanes 200, 220 y 900, que tenían que abrir brechas
para que pasaran los tanques y la infantería. Por su parte, estos batallones
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