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INFILTRACIÓN MUNDIAL
En el ramo de la política internacional, Hitler acabó fulminantemente con el
Tratado de Rapallo, del que la URSS se había venido beneficiando. A cambio
de eso buscó y obtuvo un acercamiento con Polonia. El jefe polaco Pilsudski se
inclinaba a formar una alianza germano-polaca frente a la URSS. En el sur,
Hitler se entrevistó con Mussolini y puso las bases para un Tratado Germano-
ltaliano opuesto al comunismo internacional. (Ese Tratado se denominaría
después Eje Berlín-Roma y se ampliaría con la inclusión del Japón).
Respecto a la "revolución" que Roehm anhelaba para darle un sesgo
"socialista-izquierdista" al "nacional-socialismo", Hitler celebró una reunión de
jefes de la SA. y de la SS y advirtió: "Ahogaré todo intento de perturbar el orden
existente tan implacablemente como aplastaré la llamada segunda revolución,
que sólo conduciría al caos"... (Acerca de las pretensiones de establecer control
oficial sobre las empresas privadas, despojando a los dueños, y de confiscar los
grandes almacenes comerciales, especificó): "La historia no nos juzgará por si
hemos destituido y encarcelado al mayor número de economistas, sino por si
hemos logrado o no proporcionar trabajo. . . Las ideas del programa no nos
obligan a derribarlo todo y a actuar como locos, sino a considerar nuestros
pensamientos prudente y cuidadosamente".
El otro propósito de Roehm, de convertir a la SA en una milicia nacional bajo su
mando, en vez del ejército sujeto a normas tradicionales de honor, justicia y
caballerosidad, fue desautorizado por Hitler, quien precisó que el Ejército sería
la fuerza armada de la nación y que la SA (fuerzas de asalto) deberían
supeditarse a éste.
Hitler sabía que en el Alto Mando del Ejército había varios generales que
ansiaban derrocarlo. Una de sus primeras actividades como Canciller fue reunir
a 400 altos jefes militares y hablarles de su doctrina. Después celebraba
entrevistas personales con algunos de ellos. En parte persuadió a muchos con
sus argumentos y los hizo partidarios suyos, aunque nada logró con aquellos
que secretamente eran células de infiltración. Por otra parte, aprovechó en su
favor el celo que los oficiales sentían respecto a la enorme fuerza de la SA que
estaba armando Roehm. De un modo o de otro, Hitler logró un cierto apoyo del
Ejército, a pesar de los jefes de éste, que sólo esperaban un momento propicio
para derrocarlo.
Corno Roehm persistía en sus planes, el 30 de junio de 1934 fue detenido y
ejecutado, junto con 71 de los jefes fanáticamente adictos a él. Por cierto que
causó gran sorpresa que entre los conjurados con Roehm se encontrara el Dr.
Erich Klausener, presidente de la Acción Católica de Berlín, quien se suicidó al
verse descubierto. Roehm era enemigo de toda religión y quería suprimir el
culto.
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