INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 296
Salvador Borrego
me puede suceder nada; sin duda alguna, mi destino es proseguir mi camino y
acabar mi misión".
NO LOGRARON EL PODER PERO DAÑARON DOS FRENTES.
En el hotel Rápale, de la A. Cléber, en París, donde se hallaba la plana mayor
de la Comandancia Militar Alemana en Francia, había una célula de
conspiración. Walter Bargatzky, Teuchert, Thiesfelder y Hofacker (primo de
Stauffenberg) sabían de los planes para matar a Hitler. El general Stuelpnagel,
comandante de las tropas alemanas en Francia, había sido desmoralizado y
cultivado hasta el grado de que entró en la conjura.
Cuando el coronel Stauffenberg llegó a Berlín, después de dinamitar la sala de
conferencias de Hitler, telefoneó a París para comunicar que el Führer había
muerto. Entonces el general Stueipnagel ordenó que los jefes de la Policía
alemana y de la SS en París fueran encarcelados. En unas horas más se les
iba a fusilar.
El general Stuelpnagel fue a entrevistarse co n el mariscal Von Kluge, jefe de los
ejércitos alemanes que luchaban en la costa de Francia contra la invasión
aliada. A Von Kluge lo había cultivado durante tres años el general Tresckow a
fin de que colaborara con los conjurados, y en momentos decía que sí, pero
luego se arrepentía. Ese día (20 de julio) Von Kluge estaba parcialmente
inclinado a unirse al golpe de Estado, pero se enteró de que Hitler no había
muerto y rechazó las proposiciones. Por eso recibió muy fríamente al general
Stuelpnagel. Al enterarse de que éste había aprehendido ya a la policía
alemana y a varios jefes de la SS, le dijo alarmado: ";Considérese relevado de
su cargo!... " ¡Vístase de paisano y desaparezca usted!"
Inútilmente Stuelpnagel trató de lograr apoyo de Von Kluge. Regresó desolado
a París.
Entretanto, el almirante Krancke, jefe de una unidad de marinos apostados en
París, se enteró de le conjura y dio un ultimátum al general Stuelpnagel para
que pusiera inmediatamente en libertad e los jefes de la SS y de la Gestapo
que éste había hecho aprehender.
Lo mismo que en Berlín, los conjurados se sintieron solos, sin apoyo de la
tropa. A las dos de la madrugada del 21 de julio, Stuelpnagel ordenó que fueran
liberados los detenidos. A los principales de ellos los invitó a cenar. Ahí estaba
Öberg, jefe de la sección local de la Gestapo, el embajador Abetz y otros
funcionarios. También se hallaba presente el almirante Krancke. Era una
reunión extraña en la cual los que poco antes iban a ser fusilados están ahora
libres, y los que iban a ejecutarlos se hallan en situación desesperada,
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