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INFILTRACIÓN MUNDIAL
En vista de los sucesos anteriores se formó un Tribunal de Honor del Ejército
bajo la presidencia de los mariscales Von Rundstedt y Keitel y del general
Guderian. Los conspiradores militares fueron degradados y procesados.
A cuatro días del atentado, el general Alfred Jodl, iefe del Estado Mayor del Alto
Mando, dijo en un discurso ante jefes militares: "El 20 de julio fue el día más
negro que conoció la historia alemana, y seguirá siéndolo quizá en todo nuestro
futuro… De vergüenza quisiera uno que se lo tragara la tierra. En efecto, desde
1918 no existe ya el cuerpo de oficiales que existió hasta entonces y que no
había conocido un solo caso de alta traición y de traición a la Patria.
"Lo único que nos puede consolar es que con esto se ha abierto la última bolsa
de pus. En algún caso ya se podía sospechar dónde se encontraba ésta, pero
el Führer con gran bondad no le dio nunca importancia pues siempre extendió
su mano protectora, como por ejemplo, en el caso del general Fellgiebel, que ya
había llamado antes la atención por sus expresiones. El Führer había hecho
como si ignorara todo esto, y ahora los autores del atentado querían eliminarlo".
Lo que no sabía en ese momento el general Jodl era que no se trataba de
oficiales leales que se hubieran vuelto traidores; que no se trataba de los
primeros casos "de alta traición y de traición a la Patria" que se daban en el
Ejército alemán. Se trataba de enemigos natos, infiltrados en el Ejército desde
muchos años antes. Jamás habían portado el uniforme ni hecho el juramento a
la bandera sinceramente, sino sólo para infiltrarse en altos puestos y servir
mejor a su causa. Era el enemigo bajo diferente aspecto.
Se trataba de una nueva arma. Antigua en su origen, pero moderna en su
técnica. Se trataba del arma más devastadora del siglo veinte, del arma de las
tinieblas.
Entretanto, Hitler se había salvado por muy poco margen. Al examinar unos
mapas, el coronel Brandt sintió que en el suelo le estorbaba el portafolio de
Stauffenberg y lo había hecho ligeramente a un lado. Se cree que eso lo alejó
un poco de los pies de Hitler. Durante la explosión murieron el coronel Brandt y
el taquígrafo Berger, y poco después murieron el general Schumndt, ayudante
de Hitler, y el general Korten, jefe del Estado Mayor de la Luftwaffe.
Hitler resultó con los cabellos chamuscados, con un brazo contusionado y con
una lesión en los tímpanos. Un pedazo de viga le golpeó la espalda. Apenas
era reconocible al salir de entre los escombros, "todavía con los cabellos
humeantes y los pantalones hechos jirones".
Esa tarde Hitler recibía a Mussolini y le decía: "Yo estaba de pie aquí, junto a
esta mesa; la carga ha estallado justo delante de mis pies… Es evidente que no
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