A manera de complemento la tabla 1 muestra el nivel de ocupación en las cárceles, el cual ha alcanzado un 139.4%, es decir, hay un hacinamiento del 39.4% sobre la capacidad total instalada. Si vemos esta información en números reales es claro que ese porcentaje representa casi la mitad de la población encarcelada, ya que hablamos de 19226 presidiarios contra una capacidad de 9791. Por otro lado, hay otros datos interesantes como los porcentajes de mujeres presidiarias, jóvenes presidiarios y extranjeros presidiarios que si se analizan bien son considerablemente bajos, esto solo puede significar que la mayoría de población que se encuentra encarcelada son hombres en edad adulta que no son extranjeros. Esto podría significar una condición sistémica o subsistémica de género que tiene una influencia importante sobre las tendencias de hacinamiento.
Otra condiciones que influyen se muestran en el gráfico 3 del coeficiente de Gini en Costa Rica entre los años 1990-2017. Para nuestra sorpresa la tendencia que lleva este coeficiente es muy similar al comportamiento que lleva la población presidiaria entre los años 2000-2016, especialmente a partir del año 2008 donde precisamente hay aumento de ambos indicadores que se mantienen hasta hoy en día. Habría que preguntarse que relación existe entre la crisis económica mundial del 2008 y la evolución de estos indicadores, algo que podría tener mucho sentido dentro una explicación económica del problema.
En fin, esto pareciera indicar que a mayor desigualdad mayor el grado de encarcelamiento en el país, lo cual nos hace pensar sobre la posibilidad de que se esté criminalizando a la pobreza como mecanismo de reacción dentro del sistema ideológico.
De igual forma se podría pensar que la tasa de desempleo también incide en las tasas de encarcelamiento, pues a mayor desempleo mayor sería la probabilidad de la que la delincuencia aparezca como modo de subsistencia viable, y por lo tanto una mayor probabilidad de encarcelamiento.